Nada, que no hay nada, o casi nada, que hacer. Llueva o se nos venga en lo alto la sequía de los depósitos de agua que hay instalados en los cielos; festejen con aplausos y ovaciones cerradas un nuevo aniversario del estreno de la Novena del divino sordo, o pasen de ello como el que disfruta de un indecente y vulgar reguetón de importación; o clamen por la decencia en las instituciones cuando tienen montados y orquestados varios pollos democráticos por nombramientos, comisiones, influencias e influencers -que no es lo mismo ocho que ochenta…-; o lo que a ustedes se les vaya ocurriendo cada día en estos delicados momentos en los que el panorama político español, con todo lo que cuelga de él, anda arrastrándose por los suelos. Especialmente en aquellas sedes -y sus correspondientes prolongaciones en provincias, en las que destaca algún jefecillo o similar o parecido.
Sabido es por los ciudadanos que hayan tenido la deferencia de bucear en estos Yelmos que hace semanas, bastantes, que venimos dedicando el espacio a clamar en el quehacer diario de todos, pero especialmente en el ámbito público y más aún y muy especialmente en el político, contra el deterioro de la convivencia general, que es tal, tan grande, tan acusado, que no sé si no estaría llegando la hora de que un ejército de gnomos, o de pitufos, o de lo que ustedes piensen, nos fuese dando un buen repaso cada dos o tres días, con el objeto de tranquilizar a las masas, vayan vestidos de rojo, o de verde, o de azul, o de cualquier otro color, evitando, eso sí, los marrones, pardos, caqui, etc.
Viene esta insistencia porque esto ya no se puede aguantar más.
En los hemiciclos, ambos, se oyen insultos impensables hace unos años. Aún resuena y reverbera el no muy cariñoso 'cabrón' lanzado ayer, por un político, contra, se supone, un colega de otro pensar y otro actuar. Los ataques de unos contra otros se multiplican a medida que las señorías van escurriendo el cucurucho en el que, generalmente a principios de semana, meten los temas que tocan para los días que en cuestión sean; pero esto, el guirigay político, casi queda oscurecido por los encontronazos en el ámbito de la alta Justicia, que es, de verdad, la que debería mantenerse fresca y pura como una doncella. Pero no. Hay lucha, peleas, frases sibilinas, que no isabelinas, revolcones, desautorizaciones. Y qué decir entre la prensa toda; tristes espectáculos los de casi todos, o casi muchos, por defender pequeñas parcelas de expresión que, puestas al servicio informante de unos u otros, pueden reportar algún magro beneficio. ¿Para qué continuar?
Piensen todos que el deterioro de España es tremendo. Esta tropa, y cada cual se cuelgue la carga que le parezca, si le parece, pero tenga la seguridad, a poco que hayan profundizado en el actuar de los gobiernos de la UE, que debemos ser, ahora mismo, el hazmerreír de Europa y de otros muchos gobiernos, incluidos esos a los que desde el Gobierno del PSOE se insulta y se pretende humillar. ¡Inexplicable tanta mediocridad!