Juro que me gustaría no sentir la obligación profesional de tener que escribir las líneas que siguen, pero la importancia de los temas a tocar creo que justifican, sobradamente, la elección. Para desgracia de todos, salvo los grupos y grupúsculos que manejan el cotarro de la vida española, la situación en nuestro país, en los últimos dos o tres años, es verdaderamente una locura, un sinsentido, un desvarío de tal calibre que existen, al parecer, encuestas, estudios y trabajos de todo tipo y de todo apadrinamiento que dicen que una importante banda de población, especialmente de jóvenes de todo pelaje y condición -¡ah!, recuerden que todo lo dicho en estos Yelmos tiene los apellidos presunto y al parecer! -que no sólo no, digamos, reniegan de la etapa anterior, la dictadura, sino que no le escupen a la memoria y el recuerdo de quién fue su fundador y conductor, el general Francisco Franco, quién como buen dictador y mejor autócrata, gobernó con mano férrea y en muchos casos eficaz, que sólo dulcificó con el avance de los años y del propio desgaste del régimen Estos grupos no guardan relación, más allá de esta defensa de la democracia, -ensalza al dictador, o a su memoria, para espabilar al demócrata- muchos de estos de los llamados de pan pringao-, porque se está durmiendo en los laureles, o le está saliendo la vena autocrática, que, ya se sabe, es la antesala de las dictaduras.
Confesado está, desde el principio, que ¡ojalá! no hubiese causa que obligara a este vetusto periodista a su redacción, pero no es así. Hay causa y mucha, porque hay momentos en el devenir de España, en que, junto a otros miles de españoles, vemos peligrar nuestro aún joven, casi imberbe, sistema de libertades.
Ahora le toca gobernar España al partido que fundase Pablo Iglesias, que, seguramente, no habría negociado ni claudicado con los independentistas. Pedro Sánchez, que así se llama el actual sucesor del viejo tipógrafo, es hombre, lo dije en su momento, de gran habilidad, fuertes y peligrosas convicciones y estómago capaz de tragarse una piscina olímpica llena de sapos y alguna que otra culebra. En su desmedido afán de llenar la panza y todo lo que supone la metáfora; la agenda política y, especialmente, dejar soberbiamente instalada a la camarilla que ha repartido por puestos internacionales de lujo, ha hecho y maquinado casi, casi, todo lo posible y hasta lo imposible. En su hacer nacional, ya vemos como le van rodeando los problemas, hasta el punto de reforzar, manu militari, toda la estructura nacional del PSOE, haciendo que el mismo subordinado sea secretario de tal provincia y tal región, y, a la vez, ministro y demás cargos que siguen a cada provincia. Pues bien, así las cosas, y más, no es de extrañar que Trump, otro ególatra peligroso, o Gibraltar, o Maduro, o la presidenta de México, o el rey de Marruecos y de Ábalos mejor no hablar…, digámoslo claro hoy, se cachondean de nosotros.