Las celebraciones librescas y libreras que La Casa del Libro ha preparado para este Sant Jordi –día del libro para los comunes mortales no catalanes, a celebrar el 23 de abril– de 2024, cuentan –más allá del dragón amenazante y enlazado por la cola, en el edificio de la sede de Barcelona– con el lema solo creíble y coherente en catalán: Una vida de libres. Una vida mès llibre. Estableciendo el vínculo invisible entre la libertad y la lectura y los libros. De ahí la singularidad del eslogan de Libros libres –en catalán sería Libres llibres–, dejando abierta la duda de que puedan existir 'libros cautivos' y 'libros esclavizantes'.
De igual forma se expresaba el pensamiento alemán medieval –sobre la adquisición de la libertad en los campesinos– cuando hacía constar que stadtluft macht frei. Esto es, 'el aire de las ciudades nos hace libres'. Por más que la expresión completa fuera lo anterior, junto al complemento Nach jahr und tag. Es decir, que esa condición de libertad adquirida en las ciudades por los agrarios requiere, al menos, el paso de un año y un día como prueba de madurez y solvencia. Por todo ello, podríamos decir –siguiendo la indicación de La Casa del Libro– que buchluft macht frei; esto es, 'el aire de los libros nos hace libres'. O ¿son los mismos libros los que nos hacen libres? Donde habría que disponer igualmente, un periodo de carencia en esa adquisición. ¿Cuánto hay que leer para llegar a ese lejano reino llamado, como hacía Labordeta, libertad?
Por más que no podamos olvidar el antecedente trazado por Víctor Hugo en 1830, en Nuestra Señora de París, cuando fijaba el problema abierto con la imprenta en 1457, al fijar que «el libro de piedra, tan sólido y tan duradero, iba a dar lugar al libro de papel, todavía más sólido...La imprenta matará la arquitectura». Quizá por ello sea más cierta la afirmación de Mumford en Sticks and stones, cuando fijaba que: «El verdadero delito de la imprenta no fue, sin embargo, que quitara los valores literarios a la arquitectura, sino que fue causa de que la arquitectura derivara sus valores de la literatura». Hoy más que la arquitectura material y física parecen existir la literatura de la arquitectura, las imágenes de la arquitectura o las revistas ilustradas de arquitectura, como un relato de ella o como una recreación virtual. Como si aquella fuera un pretexto para éstas. Incluso hay quien sospecha que ciertas obras son proyectadas y edificadas con la sola finalidad de ocupar tales espacios virtuales y de papel.