El pasado 5 de febrero, el alcalde de Ciudad Real, Francisco Cañizares, se refirió al problema –poco sopesado y escasamente analizado en el pomposo enunciado Plan Modernizador 2025, que bien merece otras palabras de esa centralización edificatoria de servicios– que planteará el futuro traslado de las dependencias administrativas de la Junta de Comunidades a la nueva Ciudad Administrativa. Traslado que fue minimizado en su momento por el presidente de la Diputación y hoy vicepresidente segundo del Gobierno regional, Caballero Serrano. Por ello, Cañizares, formulaba el deseo –y puede que la evidente necesidad– de una posible y potencial descentralización de servicios y unidades de la referida Junta de Comunidades en pro de otras plazas y lugares.
Hace ya cinco años y en estas mismas páginas de La Tribuna, publiqué el artículo Capitalitatis que daba cuenta de ese fenómeno de concentración y beneficio toledano. De tal suerte que podía afirmarse con razón, que «frente a este hecho, la caída de población provincial por debajo de los 500.000 habitantes, llama la atención la solvencia toledana con su aproximación poblacional a los 700.000 habitantes… Fenómeno imparable de mejora de datos de la provincia de Toledo, que tiene un despegue evidente desde 1983, momento de la designación de la capitalidad regional en la ciudad de Toledo. Y que podríamos llamar efecto Corte, por similitud al pasado histórico, cuando la definición de la capitalidad del reino llevaba pareja múltiples regalías y concesiones. Baste ver el dato poblacional de la ciudad de Toledo, que ha crecido entre 1987 y 2017 un 43,64%, pasando de los 58.297 habitantes a los actuales 83.741».
Ese recuento de desequilibrios varios no subsanados ha sido retomado más recientemente por Escolástico González en su pieza del lunes 12 de febrero, Semana aciaga para la capital y la provincia, donde deja ver, en el debe regional, el posicionamiento toledano en favor del aeropuerto de Casarrubios del Monte –larga mano de Air City Madrid Sur y sus conexiones políticas varias frente al de Ciudad Real –construido, pero con problemas financieros de primera magnitud. Junto a la «hoja en blanco» de la A-43 –así referida por el ministro de Transportes, Puente– en cualquiera de sus opciones discutidas durante 25 años. También la 'hoja vacía' de la autovía Toledo-Ciudad Real que no pasa, tras tantos años de suspense, por su mejor momento. Y todo ello, con el silencio de tantas instituciones provinciales, de otras tantas entidades y de tantos parlamentarios más preocupados de la disciplina de partido que de los intereses de sus representados.