Manuel López Camarena

El Yelmo de Mambrino

Manuel López Camarena


La tropa política y su loca carrera a Dover

16/11/2023

Para mí, que no veo nada clara, y sí muy obscura, por el contrario, la peligrosa situación a la que los aprendices de hombres de Estado nos está llevando, confieso y declaro, por tranquilidad propia, que ayer, mientras veía y escuchaba a Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, estaba visionando, mental e involuntariamente, relatos de la situación previa, en la España de los años 30 del pasado siglo, y juro que no era nada agradable. Mi edad, con los 80 más próximos que lejanos, no me permitió ni siquiera oler la Guerra Civil, pero la proximidad a la misma, lo escuchado aquí y allá, la proliferación de relatos, crónicas, versiones de cronistas ocasionales, etc., todo ello en el ambiente de una casa de un periodista, Cecilio López Pastor, mi padre y maestro iniciático, hicieron que el  conocimiento de y sobre aquella catástrofe que fue la Guerra Civil, estuviese por encima de lo meramente peligroso de principio. Luego, andando el tiempo, no mucho, más bien poco, la cosa se fue torciendo y de la figura de un lazo dulce relleno de crema, la cosa se fue a tres años de guerra, más lo que le colgó después ya en ambos bandos. 
No estuvo tan así la cosa ayer en los momentos en que pude atender la tele con interés, pero sí puedo afirmar que los tres citados oradores estuvieron broncos como caballos desbocados o como búfalos atacados por todas las moscas  y moscones del África tropical.
 El más duro, creo que porque es el más vilipendiado, atacado y ofendido, fue el líder de extrema derecha Santiago  Abascal, que habló en una dureza extrema, en la que se mezclaban razones de peso, especialmente las referidas a la unidad de España y a lo que VOX considera ofensas intolerables por la traición que, aseguró con énfasis, está cometiendo el PSOE y todos sus afiliados. Con eso sí enfatizó. (Ojo al lenguaje y a todo lo que puedan llegar a ser actos provocadores). Acusó, claramente, de estar preparando un golpe de Estado a Pedro Sánchez.
Núñez Feijóo, como no podía ser de otra manera, fue, en resumen, el más correcto y, digamos, elegante, dentro de la dureza con la que llevó toda su intervención. Se cebó, con claridad y contenida ira, rabia, o lo que ustedes quieran, con el afán de Sánchez de gobernar, ello pese a no haber sido el más votado en las elecciones pasadas y que son las que nos traen de cabeza ahora. Duro igualmente como los otros dos portavoces, mostró mucha más contención que ambos, quedando a buena altura, pero siendo el que menos leña echó al fuego, sin duda, porque es el más tranquilo y, entiéndase como se quiera, el  más templado y el más demócrata.
Nuestro ya seguro presidente estuvo, visión personal, rabioso, pero con otro estilo de rabia y, como siempre, altanero y soberbio en grado sumo.  Tuvo un primer tiempo chabacano, pobre y sin una pizca de mesura, especialmente cuando se lanzó, metáfora, al cuello de su enemigo más enemigo, Núñez Feijóo, al que entre bronca burda y barriobajera e intento de cachondearse del contrario, pasó buena parte del tiempo del que disponía. Intervención superficial, propia de un político escaso,  dedicó más tiempo a atacar, con diana personal, a Alberto Núñez Feijóo. Hoy, ya saben, Pedro Sánchez será investido presidente del Gobierno gracias a la traición del conglomerado socialista, excepción hecha de Guzmán García-Page El Bueno y otros dos o tres más. 
P.D: Dover (GB) cuenta con unos impresionantes acantilados blancos.