Ayer leí algo sobre una consulta popular, es decir de las gentes, de parte de las gentes vascas, esas que usan boina como con alas y, generalmente, orondas barrigas masculinas, fruto del culto al bebercio, a la sidra, especialmente cuando llega la época de la recolección como ahora, y a la chuleta veteada, que dicen que a más, mejor. Y he leído, o escuchado que no recuerdo bien, que unos cuantos pueblos, grandes eso sí, van a sacar las urnas para que se oreen y para que contesten una pregunta sobre sí quieren ser república independiente o no. Dice el texto que en mi mente ha quedado grabado, como si fuese un mensaje en las arenas de la playa de la Concha, o de ¿doña Concha? -que no sería lo mismo- que la cosa está tan hecha, que hasta el PNV, matriz, germen y cuna del nacionalismo vasco encastrado bajo esas siglas, votará en contra de lo consultado y no acatará lo que hipotéticamente salga de las urnas. O sea, que si el PNV y todo lo que significa su entorno -en la actualidad seriamente atacado y amenazado por los restos y recuerdos del separatismo terrorista vasco, que tanta sangre ha costado a la España toda de finales del pasado siglo; digo, que si el PNV se baja un pelo, o media melenita que dicen las señoras, de ese entorno separatista, insolidario, cerril y montaraz, todo a la vez, no sería descabellado ni loco pensar que el ideario separatista en España está bajando de peso específico, de peso político y de peso real. Tanto el vasco como el catalán, aunque este se esté viendo mantenido con cierto empaque, al serle imprescindible a Pedrolo Sánchez para seguir sojuzgando a propios y extraños como sucede ahora, situación que, por otro lado, podía llegar a chocar con el artículo 8 de la Constitución, que proclama la unidad, indisolubilidad y demás principios básicos que conforman, en su unidad de sentimientos y acción, la realidad de una nación, de un estado moderno. Curioso que con los 5.000 o 10.000, o más aún, comentaristas escritos, hablado y televisados, nadie haya reparado en este mandato, esta salvaguarda o este aviso a navegantes ¿?, que figura y protege la unidad, la existencia, la igualdad, la solidaridad, etc., entre las fabes, la paella, el potaje de Semana Santa, con pellas o si ellas, el gazpacho andaluz y el manchego, o el pote gallego, sin olvidar el más manchego, el tiznao, calatravo y santiaguista. Para qué seguir. España es eso y miles de platos más. Sólo la tozudez y su amor a la traición hacen que ciertos grupos de políticos mantengan actitudes contra natura y contra la convivencia.
Y así estamos, con Putin y Trump repartiéndose Europa, y alguna cosilla más, pues porque aunque nadie habla de esto tampoco, es lo que estos dos sátrapas, ejemplo de dictadores del siglo XXI, es lo que en el fondo buscan y persiguen. Puede que algún día, el atestado país de los panolis, único culpable de la desaparición de las Naciones Indias, comprenda el imponente error que cometió al dejarse embaucar por este chupa dedos, a quien entregó todo el poder.