Ha coincidido el centenario –casi inadvertido por demás, como muestra de tantos abandonos culturales, pese a la concesión de la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha a título póstumo el pasado día 31– del nacimiento de Fernando Zóbel de Ayala y Montojo (Manila 1924-Roma 1984) con la exposición en la Fundación March de Madrid relativa al Museo de Arte Abstracto de Cuenca, «el pequeño museo más bello del mundo» en palabras de Alfred Barr, fundador del MoMA. También, la muestra del Museo del Prado de 2022 El futuro del pasado. Igualmente, en la Fundación March de Palma de Mallorca se exponía otro homenaje al artista español, denominado Zóbel: memoria de un instante, formada la muestra por un corto visual –realizado por Sonia Prior, producido por La Máquina de luz y mostrada anteriormente en El futuro del pasado– y por varios cuadernos de apuntes del legado del artista. De todo ello di cuenta en mi texto Fernando Zóbel: un centenario, en la revista Hypérbole el pasado 4 de mayo.
Junto a la celebración zobeliana, entre nosotros y en proximidad artística local –habría algunas otras, desde Chillida a Anthony Caro–, se prepara por parte de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento y del Museo López Villaseñor, un asunto de parecidos atributos y señales –y de alcances aún desconocidos– en relación al pintor ciudadrealeño Manuel López Villaseñor (Ciudad Real 1924-Torrelodones 1996) y cuyos perfiles son más oblicuos que los del equivalente hispanofilipino, como fijaba Enriqueta Antolín en su entrevista de Babelia del 31 de julio de 1993: «Me marginan y me margino». Con un MLV encastillado y enrocado como es visible en el texto de una sorprendida Enriqueta Antolín, en vísperas de la inauguración de su museo personal en su pueblo natal. Al cual había contribuido–al margen de su nombramiento como Hijo Predilecto– con sendos episodios de severa alteración patrimonial en un arco temporal de poco más de diez años de esplendor inmobiliario. El Salón de Plenos del Palacio Provincial y la promoción del nuevo Ayuntamiento de Fernando Higueras, componen las dos cuentas del collar de MLV a las aportaciones urbanas. Bien diferente de la salvaguardia de Zobel, practicada sobre el caserío roqueño de las Casas Colgadas, para organizar el primer Museo de Arte Abstracto español, de iniciativa privada. Bien diverso –en contenido y en continente– del Museo personal de MLV, levantado sobre los restos de la casa natal de Hernán Pérez del Pulgar, el de Las Hazañas, entre 1991 y 1992. De ello doy cuenta en mi texto del centenario en curso, Villaseñor, sin saberlo.