ace poco más de una semana se hizo entrega en Toledo de los premios extraordinarios de Enseñanzas Artísticas Profesionales, una cita en la que es habitual la presencia de alumnos del Conservatorio Marcos Redondo. Este año el testigo lo han tomado dos jóvenes de 17 y 20 años. La más joven es Marina Díaz Peñalver, que cursa sexto de trompa al mismo tiempo que asiste a las clases de segundo de Bachillerato. El más veterano es Javier Torres, quien también luce ya como profesional del saxofón, mientras inicia los estudios superiores en el Conservatorio de Murcia.
Torres, en una conversación con La Tribuna, reconoce que mucha ‘culpa’ de que decidiera presentarse al premio fue «de los profesores del Conservatorio, tanto el profesor que me acompañaba en mi repertorio como los que he tenido de saxofón».
El joven reconoce que su elección fue debido a que cuando accedió al conservatorio ya tenía una cierta formación musical y esa era una de las opciones, «también me gustaba el piano, pero cuando me presenté se agotaron las plazas antes de llegar mi turno, de modo que elegí el saxofón y desde luego que no me arrepiento».
A pesar de ello, su carrera musical también le ha llevado a alguna renuncia. «El año pasado estaba haciendo ingeniería industrial también en Ciudad Real», pero este curso ya no formalizó la matrícula al tener que trasladarse a Murcia. «Al final, me decanté por la música y dejé la ingeniería», remacha.
Actualmente, Torres forma parte de un cuarteto de saxofones formado con otros compañeros del Conservatorio Marcos Redondo y está integrando en la banda de música de Calzada de Calatrava, la Agrupación Musical Santa Cecilia.
El saxofonista se muestra agradecido a sus profesores, Jesús Cabañas Bastante, aunque en los primeros cursos fue Francisco Ramos quien le inició en los secretos del saxofón, y en el último año se puso en manos de José Alfonso Cruz. Sin embargo, a quien dedestaca especialmente por su estímulo es a su profesor de acompañamiento, Juan Manuel Guido.
Marina Díaz-Peñalver también contó con el ánimo de sus profesores a la hora de presentarse a los premios extraordinarios, «había que conseguir un 8,75 de nota media en los últimos cursos, cuando lo conseguí me presenté». El proceso hasta conseguir este reconocimiento, puesto que también tuvo que remitir un vídeo con una actuación para ser evaluado por un jurado antes de ser preseleccionada como finalista.
La distinción le produce un sentimiento de satisfacción, «después de bastantes años sin que te plantees conseguir algo así, pues resulta que el trabajo sí que es reconocido», observa.
La joven manzanareña admite que la trompa no es uno de los instrumentos más populares para los niños que inicia su tránsito por el Conservatorio, pero en su caso, viene de una tradición musical con varios miembros de su familia metidos en el mundillo, lo que le puso en contacto con gran variedad de instrumentos. «La trompa me gustó la primera vez que la vi, me gustaba el sonido y es lo que pedí».
Sus planes para el futuro pasan por presentarse el próximo mes de junio al acceso a los estudios superiores, aunque confiesa que le gustaría obtener la plaza en el Conservatorio de Zaragoza, aunque tampoco le haría ascos a poder matricularse en la capital de España.
De momento, recoge las felicitaciones de sus compañeros de instituto que celebran compartir aula con intérprete de nivel.