Dice el saber popular, que suele ser sabio, ponderado y justo, que cuando uno o una, sea el que, y la que, sea, da explicaciones exculpatorias y desviacionistas de atenciones y responsabilidades -hoy la mayoría de mis colegas más jóvenes dirían exculpadoras- es, simple y llanamente porque, sabiéndose culpables en grado X, tratan de ponérselo lo más difícil posible al juzgador, que no es otro, siempre, que el juez. Sensu parecido, cuando el encausado se niega a declarar antes el juez, dejando lo que tuviese que decir en el acto central, o incluso durante la Instrucción, para lo que deba o quiera decir para, a efectos reales, los castos oídos del letrado, o letrados de turno, que le asisten, quizás creyendo que esa negativa a responder a su señoría, o señorías, la beneficiaría en grado sumo, cosa que rara vez ocurre. Más que nada, esto y todo lo dicho hasta ahora, porque ambas actitudes parece que fuesen llaves que anunciarían culpabilidad en mayor o menor grado. Veremos lo que resuelven y mandan las señorías del Supremo con respecto a la causa contra el todavía fiscal general del Estado. Una condena de mediana carga, esto si es que fuese declarado culpable, podría hacer más bien que daño. Nadie en su sano juicio y discernimiento a tope, negará que la Institución, nada menos que la Fiscalía General del Estado, ha sufrido un muy duro ataque en pleno puente de mando, que es donde radica el cofre del Honor de cada buque, de cada parlamento, de cada obra humana, y cuya recuperación de ese honor, de ese prestigio, no se puede recuperar con una hipotética sanción, dimisión, sentencia leve. Lo que no sé es si el menoscabo del honor está contemplado en algún panfleto o código. A no ser que hablemos del de Amurabi.
A la espera de lo que digan de don Álvaro, vamos a dedicar unas líneas a las posturas genuflexas, lacayistas y dobla espinazos que, muy de tarde en tarde es verdad, adopta y escenifica nuestro presidente del Gobierno, al que ya se le notan canas entrepelás, supongo que por el cansancio de tanto pacto y tanto sobresalto. Sánchez, sabido es, es capaz de pactar con el diablo y sabido, vía intuición, que pactará hasta que vea muy próximo, peligrosamente próximo, el fin del Estado tal y como lo vemos y vivimos hoy. Todo esto será cuando, cansado de pactar y ante una futura ronda de arreglos con vascos y catalanes, sientan que el Estado, que no son sólo los partidos y los sindicatos, está herido grave, dada la insensata política de conseguir aguantar el poder gracias a la cadena pactos, gobiernos precarios, mociones, elecciones, nuevos pactos…, y así hasta vaya usted a saber cuándo. Entonces puede que hallase refugio en algún organismo en el que haya ido descargando y colocando colegas estos años de atrás. O sea, que no sólo no es tonto pese a lo de su hermano, sino que hoy parecer el mejor amigo y el más rentable, y si no que se lo pregunten al rey de Marruecos, que lleva camino de quedarse hasta con la isla de Buda. ¡Pobres saharauis¡ y, otro V. G., ¡pobres ucraínos!, como dice el papa Francisco.
La Diputación provincial acoge una exposición sobre el último decenio de la Monarquía. Es historia pura de España y en ella casi todos podemos aprender y valorar. Presidió la inauguración el presidente García-Page. Estuvo como debía estar, medido y justo, especialmente al enjuiciar a la Monarquía y a sus personajes principales. Lástima que luego haya por ahí personajes injustos, como la Irene Montero de hace unos días.