Escolástico González

Fontanería Pública

Escolástico González


Sonómetros y vacantes

31/01/2022

Hemos pasado las nocheviejas, los cotillones, la Pandorga, conciertos, la carpa del Carnaval, los desfiles del Domingo de Piñata y las cervezas del fin de semana en el Torreón del Alcázar. Cualquier prueba deportiva, familiar, cultural, ciclista, organizada por una asociación, club, círculo de amigos o peña que, quisiera lucirse, se organizaba por las calles del Torreón o finalizaba en él. Cuando alguien venía a visitarnos desde otra ciudad lo llevábamos al Torreón para mostrar la zona más moderna y cañera de la ciudad. Las tapas, las cañas y las copas del Torreón han formado parte de nuestra cultura del ocio y todavía resisten locales donde los más fieles, ya muchos cincuentones y sesentones, siguen teniendo en el Torreón su lugar de encuentro.
Me atrevería a decir que, todos, sin excepción, hemos tomado copas en el Torreón y según la edad de cada uno, a lo largo de las tres últimas décadas lo hemos hecho en la calle, en el interior de los locales, con un volumen de música superior al permitido, hasta horas no autorizadas y en días y fechas según nuestra necesidad de ocio sin respetar a quienes vivían allí. Los estudiantes hacían del jueves su fin de semana particular antes de irse a sus casas y los demás el viernes después de cenar. Todos a tomar copas, y el sábado continuaban los más jóvenes que aguantaban y prolongaban el fin de semana hasta el amanecer del domingo. Y, así cada semana, cada mes y cada año durante las, no tres, sino casi cuatro últimas décadas. 
Ahora, treinta años después de una reclamación por ruido, una sentencia del Juzgado de lo Contencioso/Administrativo Nº 2 de Ciudad Real ha condenado al Ayuntamiento al pago de una indemnización de 115.000 euros, intereses incluidos, por molestias ocasionadas a una familia.
Ha debido pensar, su señoría, que era hora de establecer un impuesto indirecto al conjunto de los ciudadanos por cada copa tomada en estos años. Si así fuese, poco parece, para el numero de copas que hemos tomado todos los habitantes de esta ciudad y una parte de la provincia. Pero no, la sentencia condena al Ayuntamiento por haber hecho dejación de funciones en estos treinta años por la falta de vigilancia y por la inacción municipal en los expedientes administrativos levantados durante estos años por la policía a instancias de los respectivos vecinos, noche tras noche. 
La responsabilidad política es alta, pero también la responsabilidad de los técnicos municipales encargados de vigilar las condiciones del local después de cientos de llamadas y mediciones acústicas. Aunque, bien es cierto también que, sin un equipo multidisciplinar es imposible para los funcionarios poner orden. Deberían de pagar el importe de la sentencia quienes tienen la responsabilidad de vigilar y hacer cumplir las ordenanzas municipales. Este año ya vamos por medio millón de euros.
El local, que, ha sido la causa directa de la sanción impuesta al Ayuntamiento seguro que, en estos treinta años, ha pasado por múltiples manos, ha sido traspasado y vuelto a abrir, pero nunca ha sido objeto de revisión técnica en las condiciones acústicas en cada cambio de titularidad. Debería exigirse, para ser realmente prácticos, que cada traspaso de local de negocio dedicado al ocio, y catalogado dentro de una actividad susceptible de ocasionar molestias, ser de obligado cumplimiento reiniciar su expediente y valorar si cumple las medidas, si es necesaria su actualización, o, ha sido objeto de denuncias anteriormente. 
Cualquier normativa, desde la más básica recogida para las actividades molestas, insalubres …etc., de hace 40 años, hasta la actual ordenanza, han protegido y protegen el descanso de los vecinos; ha sido el Ayuntamiento quien no ha tomado medidas, en muchos casos impopulares, para hacer respetar la norma. Las palabras de la ahora portavoz municipal, que no es de Ciudad Real y no conoce lo sucedido en estas tres últimas décadas, lo cual la debería de otorgar una objetividad que no tenemos los demás, dice: «Lo que ha cambiado es que ya tenemos una ordenanza de ruidos actualizada desde hace un año y disponemos de las herramientas para que lo que pasó entonces no vuelva a pasar». Es como decir, pagamos y, borrón y cuenta nueva. 
Ponderar entre una actividad económica de la ciudad, basada en el ocio nocturno, y el descanso de quienes habitan en la ciudad, no es razón suficiente para inhibirse o hacer dejadez. La concentración de las actividades de ocio nocturno en un mismo punto siempre será objeto de molestias porque atraerá mucho más público. Aparcamientos, entradas y salidas, discusiones, cánticos, voces, además de otras lindeces de quienes no controlan los efectos del alcohol. Solo un seguimiento directo, monitorizado, por local y actividad puede contribuir a esa ponderación y quien no cumpla que cierre, y eso no se hace. Es más, a día de hoy, no está siquiera cubierta la Jefatura de Servicio de Control y Disciplina Urbanística del Ayuntamiento, vacante por la renuncia de su titular ante el caos organizativo y administrativo, lo que, sumado a la falta de un equipo auxiliar y multidisciplinar la hizo abandonar y renunciar. Su plaza ha sido nuevamente publicada a concurso en el Boletín Oficial de la Provincia con fecha de 17 de enero.