Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Lo de Begoña Gómez

10/07/2024

Adquiere el caso Begoña en estos días de julio uno de sus puntos más calientes con las comparecencias de la mujer de Pedro Sánchez ante el juez Peinado, que lleva adelante el asunto en medio de mil polémicas y con los melodramas añadidos favorecidos por un presidente del Gobierno empeñado en convertir el asunto en un asunto finalmente destinado a alimentar, aún más, las filias y las fobias de la polarización: «o conmigo o contra mí, o con Begoña o contra ella». Vayamos al factor humano, porque la deriva judicial del asunto puede ser compleja y difícilmente demostrable, aunque los  indicios apuntan a una mezcla explosiva y peligrosa entre las ambiciones profesionales de una mujer, en este caso, la pareja del presidente del Gobierno y los inestimables servicios de apoyo, ayuda o asesoramiento que se pueden ofrecer desde los aledaños del poder.
El factor humano finalmente es el que puede esclarecer el asunto, con independencia de un recorrido judicial que puede ser muy complejo. El factor humano es el que nos pone ante el pulso del caso, y como está siendo utilizado por Pedro Sánchez para crear su  propio campo de juego, sin ningún tipo de pudor. A ojos de un observador riguroso e imparcial, lo de menos debería ser si Sánchez está muy enamorado de su mujer, sino qué puede haber de imputable en la conducta de su mujer. Sin embargo, el presidente del Gobierno, viendo que el asunto se le podía escapar de las manos, lo ha llevado por la vía sentimental creando una ficción de telenovela que siempre resulta mucho más manejable, entre sus partidarios, que lo que pueda salir de una investigación judicial. La política se convierte en un espectáculo, en un relato a media, una suerte de traje de conveniencia, quita y pon dependiendo de las circunstancias del momento, y desde ese envoltorio los datos, los hechos  y sus consecuencias, queda en un segundo plano.
Pedro Sánchez ha utilizado la teoría de la «máquina de fango» sobre todo a raíz de todas la informaciones relacionadas con su esposa y así consigue que nos fijemos menos en lo que supone tender una cortina supuestamente sentimental, con un falso amago de dimisión incluido, para desviar la atención.  Lo cierto es que el recorrido judicial es complejo, pero mucho más es si se intenta contemplar bajo la mirilla de una historia de amor cuyos detalles y el grado de su autenticidad solamente puede verificar los propios protagonistas, y nada más. El caso Begoña Gómez no puede resolverse si lo encorsetamos entre la teoría de la máquina del fango y la telenovela de tintes latinoamericanos.
A partir de aquí, el caso va camino de convertirse en uno de los grandes canalizadores de la problemática última legislatura, que finalmente parece que se sustanciará entre la amnistía y Begoña Gómez mientras  que los grandes asuntos del país quedan a la espera. Parece igualmente muy interesante, con independencia de lo que pueda ser o no demostrado en sede judicial, la actitud evasiva que algunas imporantes instituciones del país han tomado en relación con el asunto. Es el caso de la Universidad Complutense que tiene en su poder desde hace más de un año un informe  de su servicio de Intervención alertando sobre la inconvenienda de algunas contrataciones llevadas a cabo por la Cátedra dirigida por Begoña Gómez. Lo que resulta sorprendente no es tanto el informe en sí, que puede ser más o menos discutible, sino que la dirección de la  UCM, con su rector a la cabeza, Joaquín Goyache, no tuvieran para nada en cuenta este informe que finalmente ha sido filtrado por un periódico.
En el caso Begoña Gómez tiene casi más importancia lo que apunta (una forma de gobernar) que lo que pueda ser demostrado en una imputación judicial. Y lo que apunta tiene mucho que ver con una forma de asimilar el ser presidente del Gobierno que va desde el famoso «Y al fiscal, ¿quien le nombra?» hasta posibles arropamientos a las actividades privadas o académicas de la pareja son servicios públicos privativos de la presidencia del Gobierno, y no de una pareja con flecos de «primera dama» al estilo latinoamericano. Lo vimos la semana pasada en la primera comparecencia judicial de Begoña Gómez, oculta y totalmente protegida por un desmesurado despliegue policial. No es de extrañar que a muchos se les fuera la mente al calvario de los «paseíllos» de la infanta Crisitina. Hay comparaciones que resultan evidentes.