Siempre me ha llamado la atención, en el vocabulario popular, cuando queremos provocar admiración en personas, nos encontramos con la duda de la expresión adecuada y nunca sabemos si debemos decir 'listo' o 'inteligente', cuando pretendemos destacar la brillantez de ese sujeto. Y la verdad es que la duda siempre genera más duda.
Por eso, buscar significado de ambos términos puede ayudarnos a ello. El Diccionario nos dice que listo es una persona –hombre o mujer- diligente, rápido y expedito; incluso, nos habla de apercibido, preparado o dispuesto para hacer algo, siendo por tanto, un adjetivo muy utilizado. Sin embargo, cuando hablamos de inteligente, la definición es clara: persona dotada de un elevado nivel de inteligencia, siendo inteligencia, como esa capacidad de entender, comprender y resolver problemas, planear, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas, aprender de la experiencia, etc. En este caso, aunque también es un adjetivo, hay muchas veces que se usa como sustantivo.
Pues bien, aclarado parece quedar. Sin embargo, al aplicarlo al uso común en la gente que te rodea, en los que mandan, en los que opinan, en los que se vanaglorian, en los que se sienten «dueños y señores del espacio público», en los que les ciega la ira, en los que sucumben ante el esfuerzo, en los que sienten pudor al serle ofrecido trabajo, en muchos y muchos de nuestro entorno, incluso en nosotros mismos, resulta que no encontramos la aplicación acertada o, tal vez, sí.
Lo que está muy claro, creo yo, es que hay mucha gente lista y sin embargo, poco inteligente; y en algún caso, se da lo contrario: gente inteligente, pero poco lista. Y es ahí, donde nos encontramos con la adecuada realidad. ¿Seremos capaces, alguna vez, de darnos cuenta que son los listos –y no los inteligentes- los que nos mandan?
Y es que lo dijo Cicerón: «El hombre no tiene enemigo pero que él mismo».