La tragedia en forma de agua llena de fiereza y desbordamientos salvajes han dejado una inmensa huella de dolor. Quien no ha perdido su casa, ha perdido a un ser querido y hay quienes han perdido una cosa y otra. El dolor no puede ser más grande. El lodo se ha adueñado de calles, comercios, garajes. Se ha tragado todo lo que se podía tragar sin la más mínima compasión.
El lodo nos dice, nos habla de una tragedia que nos ha encogido el corazón y también nos ha contado cómo miles de jóvenes, sin preguntarse entre ellos sí son de Sánchez o de Feijóo, se han lanzado a toda una peregrinación de solidaridad y compasión que nos ha hecho recordar la grandeza del ser humano. Unos pocos se han dedicado al pillaje, al robo, ausentes y ajenos al dolor ajeno. Siempre y en cualquier circunstancia hay de todo, pero en este caso, la generosidad ha ganado por goleada a la miseria humana.
El lodo nos está diciendo que las cosas no se han hecho bien. No lo ha hecho bien Carlos Mazón, presidente de la Comunidad Valenciana, que no solo debería haber actuado con mayor diligencia, sino asumir que la autonomía valenciana no podía hacer frente a semejante tragedia sin el concurso inmediato del Gobierno central, que es el que tiene capacidad real para poner en funcionamiento todos los resortes del Estado, que no solo no son pocos, sino que además tienen más que demostrada su profesionalidad.
El lodo nos sugiere que Mazón no ha querido soltar las riendas de las decisiones, y nos dice también que el Gobierno central, aún a sabiendas del nivel de tragedia, no dio un paso adelante, de manera que después de hablar con el propio Mazón, decretara el correspondiente estado de alarma. Dice el Presidente que esto es la cogobernanza, que el gobierno autonómico es el que mejor conoce el terreno, pero todos sabemos que no se trata de conocer el callejero de las zonas afectadas.
Se indica desde medios gubernamentales que se trata de evitar un conflicto con una autonomía, pero a estas alturas todos sabemos que si algo no le falta a nuestro Presidente es audacia, echar la pelota para delante y a continuación elaborar un argumentario que, en este caso, era bien fácil y lógico de elaborar. Mazón se ha empeñado en hacer ver que puede y Sánchez no ha querido ni quiere asumir la gestión de semejante desastre, de la que nadie es culpable y casi todos responsables: Mazón por no dar un paso atrás y Sánchez por no darlo hacia adelante.
Hace una semana aposté en estas mismas líneas por la conversación política necesaria para examinar lo ocurrido, evaluar los fallos y establecer recetas para, cuanto antes, volver a una normalidad que ya nunca será la que fue. En mi ingenuidad y en la memoria de otros momentos difíciles de España, aposté por una conversación serena pero se ve que es imposible.
El lodo nos deja unos alcaldes admirables que avisaron del desastre a sus ciudadanos con más antelación que la Generalitat y el propio Gobierno central que de ninguna manera debió ponerse de perfil. Este mismo lodo nos deja la dignidad de los Reyes. La cara descompuesta de la Reina y el acercamiento del Rey a los ciudadanos fueron imágenes balsámicas que solo ellos pueden protagonizar y nadie debería discutir. Solo ellos podían dar abrazos.
La gestión de Mazón resulta incomprensible y lo que nadie se cree es que el Presidente haya temido un encontronazo institucional. No ha declarado el estado de emergencia porque no ha querido, máxime cuando para ello tenía el apoyo del PP. Todo lo demás son excusas baratas de Mazón y de Sánchez. Muy baratas.