Miguel Ángel Jiménez

Comentario Dominical

Miguel Ángel Jiménez


Los frutos de la vida cristiana

03/05/2024

Siempre se corre el riesgo de convertir la vida cristiana en un puro ritualismo, en rezar e ir a misa. Es cierto que en la misa y en la oración encontramos la fuente y la plenitud de la vida cristiana, pero si todo lo reducimos a eso, convertimos nuestra fe en un ritual vacío. La confesión y la eucaristía son fuente de gracia por la que el Espíritu Santo nos concede sus dones y, de ellos, emanan los frutos del Espíritu Santo. 
La tradición cristiana señala doce frutos del Espíritu Santo que desarrollamos con nuestra libertad. Son: el amor o caridad que, cuando existen, permiten trasparentar a Cristo en la vida propia y que, si falta, no hay mérito alguno que presentar ante Dios; la alegría que está enraizada en Dios, es la consecuencia profunda del amor; la paz nos da serenidad de espíritu porque somos conscientes de lo que amamos a Dios y de lo que Él nos ama; la paciencia nos ayuda a controlarnos en las reacciones y hace que superemos la tristeza; la longanimidad, que no es otra cosa que el ánimo y la perseverancia en las dificultades; la benignidad, o sea, dulzura y amabilidad en el trato con los demás; la bondad nos lleva a ayudar con profundidad a los demás en todo; la mansedumbre, que es evitar ira o sentimientos de venganza; la fidelidad se refiere a Dios y a la fe; la modestia en el vestir, en el hablar, con nuestros sentidos y nuestras formas; la continencia, es la contención con nuestros deseos; la castidad que es la ofrenda del cuerpo como signo más profundo de la entrega de todo el ser. 
Hoy me pregunto, ¿cuáles son los frutos de mi vida?