Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


El Rey, en su sitio

28/12/2024

El rey Felipe es uno de los pocos de nuestra penosa escena nacional que durante este año pasado ha sabido estar en su sitio. Y mira que lo tiene, el hombre, complicado. Por cómo está el patio y por cuál es su posición institucional, pues si bien su puesto es el de Jefe del Estado en la práctica mandar, lo que se dice mandar pues casi que no. Eso es tarea del Gobierno y en particular su Presidente una vez que resulta investido por el Parlamento, o sea por los representantes del pueblo español. El rey constitucional ha de respetar lo que el gobierno determine y no le queda otra que firmar las leyes que vengan aprobadas por las Cortes. Sencillamente, si se negara, estaría fuera de la ley e incumpliría la Constitución. Y eso, a él, precisamente a él no se lo iban a perdonar. Sobre todo los que por turno y a cada paso se orinan en ella con jactancia y presunción.
Cumplía este año el décimo desde su coronación durante los cuales le han sobrado sinsabores pero donde ha sabido superar los mas endiablados momentos. Lo son, por mas que repetidos y sobados, los alborotos y escabrosidades que siguen vapuleando la maltrecha imagen de su augusto padre y anterior monarca, desde entonces de continuo arrastrado por el barro tras haber sido tantos años una figura valorada y querida, como quizás ninguno o muy pocos de nuestros reyes lo fueron a lo largo de la historia. Un prestigio y un tesoro que Juan Carlos dilapidó con sus yerros y penosos comportamientos y que sin duda han hecho daño y mella en la institución y lastrado la imagen de su hijo y sucesor.
Pero don Felipe VI ha sabido deslindarse, elegir su senda personal, marcar la distancia y aplicarse en trasmitirle a la ciudadanía cómo entiende su función y misión e intentarla cumplir a rajatabla. Sobre todo en los momentos de máxima dificultad. Que son donde se acaban las cosas. Y ha sido justamente ahí donde ha demostrado estar dónde y cómo tenía que estar. Lo hizo, mal que les pese a los separatistas, a la extrema izquierda y a los herederos de ETA, aquel 3 de octubre de 2017 con un discurso comprometido con la Nación y la Constitución, en que nos levantó, pero que le le granjeó el odio exacerbado, hasta convertirlo en su obsesión mayor, de todos ellos. Lo que, por otro lado, no deja de ser un buen blasón para su escudo de armas.
Ahora ha sido su comportamiento ante la terrible DANA y sus catastróficas y letales consecuencias. Él, y la reina también, fueron los únicos aquel día en Paiporta que se salvaron del fango, aunque les mancharan de barro la cara. Fueron los demás y sobre todo el que se dio a la fuga, quienes salieron encenagados y marcados. Supongo que don Felipe será consciente de que eso no se lo va a perdonar jamás y que debe de andarse con mucho cuidado y el comenzar con ese asunto, que era obligado el hacerlo, también lo habrá guardado aquel en su repleto saco de rencores.
Su discurso navideño fue un serio contraste con la proclama triunfal y panfletaria del presidente y que señaló mejor que nada la diferencia en el sentir y en el ejercer del cargo de cada cual. Me quedó con ese mensaje subyacente pero continuo que demuestra su comprensión de saber dónde está y dónde los españoles queremos que esté. Todo fue medido y comedido. Su margen es cual es, y tampoco es cuestión en ese sentido de que se pretenda, como le reprochan los mas enriscados de la ultraderecha, donde le han salido también desaforados detractores, que se ponga él también a romper el marco constitucional.
Por ello y como final me quedo con su firme, contundente y enfatizada defensa de los valores de convivencia que son el eje y espíritu central de la Constitución. No son palabras hueras. Ni mucho menos. Esa va a ser la gran batalla, la decisi