En estos días de reflexión, ayuno y caridad, las orlas de convocatorias de cultos se suceden, incluso por las redes sociales, que tanto han ayudado a la divulgación de noticias y eventos, hasta cultuales, y dan lugar a poder contemplar altares efímeros, verdaderas obras maestras, delicias de arte, para la contemplación y el recogimiento, que ayudan a elevar la oración a través de la belleza, como ya sugiriera San Agustín.
Las hermandades se afanan en preparar triduos, quinarios, septenarios o funciones que nos ayuden a llegar a la Semana Santa, y al misterio de la Resurrección, principio y fin de nuestra fe, con el ejercicio de la escucha de la Palabra.
Pero, sin embargo, no siempre fue todo así. Hubo un tiempo, no muy lejano, en que estas convocatorias de cultos eran escasas y se reducían a unas pocas cofradías de la ciudad. Casualmente, las de más unción. A saber: Nazareno, Dolorosas de Santiago y la Catedral, sin olvidar al Cautivo de Medinaceli, que pronto caló en el pueblo, mantenían estos ritos, y gracias al resurgir de nuestra Semana Santa, hoy se ve con alegría como las iglesias se llenan, incluso en días de diario, para asistir a estas jornadas preparatorias.
Aprovechemos, pues, este tiempo, aproximémonos a la Iglesia que con sus estos cultos nos hace tener la mirada puesta en Dios y su Madre. Nos deja acercarnos hasta tocarlos, besarlos en las manos o en sus pies, con el mismo cariño que una madre o un padre besa a su hijo. Con la misma devoción con la que tu abuela te acompaña hasta sus plantas y te enseña a persignarte ante Jesus. Rocemos sus manos, acariciemos sus pies. Sintamos nuestras devociones hasta que sean parte de nuestro ser. ¡Emocionémonos con su mirada cercana, con el temblor de nuestros labios al rozarlos, al sentirlos, al vivirlos, porque la fe, y la Semana Santa, trata de eso, de vivir y sentir!
Asistamos a la Función Principal de Instituto, donde la hermandad cobra todo su sentido, y hagamos profesión de fe públicamente ante nuestros hermanos para que cuando salgamos a la calle todo sea gozo y recogimiento, alegría y silencio, fe y devoción. Tomemos los templos para vivir la fe. Y salgamos a tomar la calle, con música y luz, donde la vida pasa en una Semana.