Un río con agua es una obviedad, porque si carece de agua seguramente no será río. Que es lo que le sucede al Tajo cuando no se producen lluvias tan excepcionales como las recientes. Da gusto ver el río Tajo en estos días a su paso por Toledo. Es lo más parecido a como era antes, desbordando orillas, saltando en tropel por los azudes antiguos, como el río de nuestra juventud cuando buceábamos en pozas oscuras a la búsqueda de las ninfas etéreas de Garcilaso. En aquellos tiempos, antes que el río Tajo se convirtiera en uno de los ríos más explotados de Europa, era posible contemplar el transcurrir de un río limpio y manso, con el rumor ronco de un animal temido pero benéfico, con el olor penetrante de un cieno nutritivo. 
En una meseta de clima continental, con tendencias esteparias, un río abundante regaba las empobrecidas tierras de Castilla. Aquí, en los años setenta, comenzaría la primera de las batallas del agua del siglo XXI y del XXII. El río Tajo se convirtió en la materia escasa que otros decidieron explotar. Nadie consultó a los habitantes de la cuenca, aunque si les hubieran consultado les hubiera dado lo mismo. Aun hoy, muchos años después de aquel trasvase aciago con el que se iniciaba un expolio que no cesa, hay representantes políticos y sociales de esta región que defienden sin sonrojo la existencia de un trasvase de agua de esta cuenca a otra distante. 
Contemplar en estos días un río con agua que se desborda es un lujo sideral, como volver a otros tiempos, a una época en la que el río, tras las lluvias que aumentaban su caudal, recuperaba su estado natural con agua de color limón al amanecer y rojo almagre en los atardeceres del Greco. Aunque, cuando las actuales lluvias cesen y los pantanos no liberen sobrantes, volveremos a un río sin agua, a un Tajo convertido en una cloaca que transporta los desperdicios brutales de Madrid. Así que disfruten hoy de un cauce a rebosar, de orillas anegadas, porque será un espectáculo singular. Entretanto tendremos que seguir conviviendo con un cauce que en lugar de agua llevará, a su paso por Toledo, los desperdicios de una gran aglomeración urbana y la prosperidad de otros territorios.