Con la marcha de José Luis, Vacas, Pipo, pierde mucho el paisaje humano de Ciudad Real. Tuvo que ser un niño de esos que se aburren en clase, pues su inteligencia les hace ir muy por delante de los demás. La vida no le llamó por el camino del estudio, como a su hermano, el gran químico, pero fue un gran profesional de todo cuanto emprendió. Para hacer méritos con el Rector para que se le pudiera hacer lo mismo que a un banquero famoso en la Universidad de Madrid me decía que tres veces se había arruinado y las tres habría salido adelante. Aunque quizá el mérito no era solo de él, sino sobre todo de Emilia, gran mujer y muy buena profesional.
El primer encuentro con él fue sonado, pues era mi primera feria de Piedrabuena en el año 88, y sin saber quién era aquel que no paraba de hablar en muy alta voz sentado en los toros detrás de mí, me levanté y le exigí contención. Tuvieron que pararle los que me habían llevado allí.
Dos asuntos deseo dejar aquí como recuerdo. La primera, el puesto de su propiedad en la finca de la familia Barato, que me lo cedió un año en que algún descendiente hacía la selectividad, pero yo me comporte con grave torpeza y un jabalí, bien es cierto que pequeño, se me coló entre las piernas. No tuvo piedad y lo denunció en feroz artículo en este periódico, achacándome que le había "maleado" el puesto para siempre. Lo que no dijo es que su descendiente alcanzó una de las mejores notas de la selectividad de aquel año sin ayuda alguna, seguramente por haber heredado la capacidad de estudio de la madre.
La aventura de José Luis como editor de La Tribuna de Ciudad Real tuvo notable éxito. Acostumbrados a algún diario de la época que todos los días hacía un patíbulo a todos los personajes públicos, el nos hizo saber que quería hacer un periódico que informara de lo nuestro, pero pudiendo mirarnos a los ojos a todos al cruzarnos en la plaza del Pilar. Una de las primeras veces que estuvo enfermo que tuve que pedirle que se reincorporara, pues La Tribuna de entonces en cuanto te descuidabas tiraba al monte.
Nos ha dado valiosas lecciones de cómo enfrentar con ánimo las enfermedades tan curiosas y originales que ha tenido, enseñanzas muy convenientes sobre todo en las edades en que andamos. Creo que ha sido además un modelo de hombre emprendedor e innovador, capaz de apoyar a la investigación. Fue un gran conversador, dotado de notable fantasía para discutir con todos. Fue un tesoro para todos y lo tendremos en el recuerdo.