Bernabé Gilabert lleva siempre en el corazón a Valdepeñas, ciudad en la que nació y por la que siente gran admiración, no solo por su impulso y promoción a la cultura, sino también por todo aquello que engloba a la ciudad del vino. Recibió en 2023 la Medalla de las Bellas Artes Gregorio Prieto y fue reconocido con el Molino de Oro en la Exposición Internacional de Artes Plásticas de la localidad, por lo que «Valdepeñas será siempre mi ciudad, donde vuelvo con ganas y me acogen con mucho cariño», a la que acude con cierta asiduidad a pesar de que su estudio lo tiene en Villaseca, en la provincia de Segovia, un pequeño municipio de Sepúlveda que se convierte en su lugar de residencia de enero al mes de septiembre. El resto del año, lo pasa en Madrid.
Su vinculación con la ciudad que lo vio nacer es «muy estrecha», hasta tal punto que ha cedido al Ayuntamiento una de sus últimas obras. Se trata de obra de técnica mixta que lleva por nombre Interior, realizada por el artista hace unos cinco años y que se expondrá en la exposición permanente. «El año pasado se me concedió la Medalla de las Bellas Artes Gregorio Prieto, y tenía como deuda hacer una exposición con mis últimas obras y ceder uno de mis trabajos al Ayuntamiento como muestra de agradecimiento», señala. Y esa exposición ha llegado al Museo Municipal de Valdepeñas, donde hasta el próximo 26 de enero se podrá contemplar algunos de sus trabajos bajo el título de Arqueología íntima.
Sus primeras obras eran realistas, «siguiendo a Antonio López», y con ellas ha logrado importantes premios en la provincia como en Almagro, Campo de Criptana y, como no podía ser de otra manera, en Valdepeñas. Pasado un tiempo, «necesito cambiar la pintura y necesito expresarme de otra forma, por lo que hay un cambio radical», manifiesta en declaraciones a La Tribuna.
«Tenía una deuda con Valdepeñas y quería ceder una obra» En relación a la obra cedida al Consistorio valdepeñero, Gilabert señala que es un cuadro «bastante significativo», ya que lo pintó en unas condiciones «muy diferentes» a como suele hacerlo. «Por unas cuestiones familiares tenía que bajar a Valdepeñas cada cierto tiempo, y la elaboré haciendo bastantes reflexiones, es decir, pintaba y no lo hacía hasta el mes siguiente, por lo que eso me permitía tener tiempo para reflexionar y a estudiarla, y no cuando te metes de continuo en una obra hasta que la finalizas», añade.
Su técnica se basa principalmente en acrílico porque «me da bastante libertad». Un material que «se seca enseguida», lo que «me da la opción de trabajar rápidamente», argumenta para señalar que copia la realidad. «Mi obra son los tapiales que quedan cuando se destruyen las casas, esos lienzos de color que forman parte de las habitaciones. Hay una atracción por el color, pero luego hay una fuerza expresiva de la vivencia de esas paredes», declara. En la exposición, continúa diciendo, hay una pieza que «son trozos de paredes totalmente documentados del lugar y la fecha. Un trabajo minucioso de arqueología contemporánea». De ahí, el título de su exposición.
Con la mirada puesta ya en 2025, asegura que su principal proyecto para este año seguirá siendo pintar pero también, reconoce, descansar, pues «presentar y montar una exposición me absorbe bastante porque quiero que haya un diálogo con el público y que una exposición no solo sea el mero hecho de colgar cuadros por colgarlos».