No es lo mismo gobernar que mandar. Y de eso, a estas alturas de la película, el conjunto de los españoles ya se ha dado cuenta. Porque desde aquel electoral 23 de julio de 2023 y las consecuencias que éste tuvo para la gobernabilidad del país, es fácil concluir que, al menos, el camino hasta llegar aquí ha sido bastante tortuoso. Sánchez tuvo que conformar una mayoría parlamentaria de inverosímil digestión, intentando ligar supremacistas catalanes de izquierdas y de derechas, nacionalistas conservadores vascos, los herederos del que fuera el brazo político de ETA y una amalgama de fuerzas de más allá del centro izquierda que, para colmo, han acabado como el rosario de la Aurora entre ellos. Con estos mimbres no es de extrañar que, encaminados hacia el ecuador de la legislatura, todavía estemos pendientes de si salen adelante o no los Presupuestos Generales y de –en caso de hacerlo– qué peaje habrá que pagar a todos esos compañeros de viaje que en este convulso bienio político no han hecho otra cosa que decir «¿qué hay de lo mío?».
Así todo, no es de extrañar que la oposición haga leña del árbol caído. Es su deber y se lo están poniendo sobresalientemente fácil. Núñez Feijóo se 'despachó' a gusto y exigió al jefe del Ejecutivo presentar las cuentas «como es su deber constitucional» y convocar el Debate sobre el estado de la Nación para «retratar la decadencia del Gobierno y la soledad de un presidente zombi». Ante el Comité Ejecutivo Nacional de su partido, el popular denunció que Sánchez, en los siete años que lleva en Moncloa, «ha aprobado solo tres Presupuestos del Estado». Y ¿para qué?, se preguntó Feijóo, «para que no se vote».
Esto entra dentro de lo normal. Chirría algo más el hecho de que Sumar, socio minoritario de la coalición, presione a Sánchez para que presente los Presupuestos aunque no tenga apoyos. Y, de paso, le recuerda que la «obligación» del Ejecutivo es «intentarlo». Una parte del Gobierno pidiéndole... o pidiéndose –entiéndase el juego de palabras– algo al propio Gobierno. Hasta uno de sus ministros, Bustinduy, lo verbalizó tal cual, pues no va del «interés» de uno u otro partido, sino de las prioridades de país.
Pero es que los 'enanitos' del jardín de Sánchez no solo crecen en el principal partido de la oposición o en otro partido distinto pero con el que pacta; también salen en el suyo propio, para terminar de rizar el rizo. Page, que suele poner los puntos sobre las íes, afirmó que «a veces no sabe uno si es mejor que salga o no salga», en referencia al Presupuesto, porque «si va a salir con los peajes de Puigdemont, es mejor que no salga». Y así es, con un nuevo sistema de financiación autonómica en el limbo, por cierto. Con esto, cabría preguntarse con quién cuenta, de verdad, Sánchez para gobernar –que no para mandar–, porque no es lo mismo.