«Si tuviera que elegir, me quedaría con Cuenca y Almagro»

Javier del Castillo
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Pasó sus primeros meses de vida en Madrid, pero en Cuenca capital creció y soñó con ser actriz. Beatriz Grimaldos tiene ahora 41 años y la suerte de trabajar en lo que quería

«Me da rabia que se critiquen las subvenciones al cine y no se diga nada de las subvenciones al automóvil», apunta Beatriz Grimaldos - Foto: Juan Lázaro

El estreno de la película 'Verano en diciembre' en los Multicines Odeón fue uno de los momentos más felices de su vida. Volvía a su ciudad para compartir con los suyos su primer papel importante en el cine. Pudo abrazar a Mari Carmen Herráiz, la profesora del Colegio Santa Teresa que le contagió su pasión por el teatro, y reencontrarse con amigos y compañeros de la infancia. Beatriz Grimaldos, licenciada en Ciencias Ambientales, hizo un master en Cooperación Internacional, trabajó un tiempo en el Instituto de Investigación Ortega y Gasset y, con 33 años, decidió afrontar el reto de ser actriz.

Nos vemos en el Centro Cultural Galileo, cerca de su domicilio. En ese Madrid que descubrió con apenas 18 años. En estos momentos, después de la película 'Verano en diciembre' y de una larga gira teatral con 'La Celestina', Beatriz Grimaldos permanece a la espera de nuevos proyectos. Sabe, por experiencia, que su trabajo es intermitente y asume con buen talante la incertidumbre del oficio. «Aprovecho las etapas de barbecho para estar más tiempo con mi hija, Lola, ver teatro y apuntarme a cursos de formación», comenta la actriz conquense, antes de apuntar las razones que la llevaron a estudiar en la Universidad Autónoma de Madrid la carrera de Ciencias Ambientales. 

«Cuando terminé en Cuenca el Bachillerato –afirma–, me fui con una ONG a la República Dominicana y allí comprobé la importancia de las cuestiones medioambientales. Viví de cerca la insalubridad: los ríos contaminados, en los que la gente bebía agua y se lavaba. Tomé conciencia de la necesidad de empezar por la raíz. Por otra parte, yo era más de Ciencias que de Letras y me gustaba la asignatura de Biología». Una vez acabada la carrera, sus inquietudes sociales la llevaron a hacer un máster en Cooperación Internacional y le facilitaron un primer empleo como coordinadora en el Instituto de Investigación Ortega y Gasset. 

Como le habían insistido sus padres, las artes escénicas podían esperar. «Si me hubiese presentado con 18 años a las pruebas de acceso a la Resad (Real Escuela Superior de Arte Dramático) y las hubiera aprobado, mi recorrido habría sido distinto, pero me ha gustado también afrontar esa especie de doble vida. He hecho teatro desde los ocho años –primero, en el colegio y en el Instituto, y luego en mi etapa universitaria–, aunque no me dedicara profesionalmente a ello hasta los treinta y tantos». Prefiere dejar sin resolver la incógnita de qué hubiera ocurrido de haber elegido la primera opción.

 Beatriz Grimaldos, en uno de los parajes que más le gustan de Cuenca Beatriz Grimaldos, en uno de los parajes que más le gustan de Cuenca - Foto: Foto cedida por la actriz.«Mis padres quizá hubieran preferido que fuera profesora de Biología en un instituto» 

Pese a tener claro el apoyo de sus padres para hacer realidad su vocación artística, comprende sus reticencias iniciales por una cuestión elemental: los dos han sido funcionarios de oposición. «Piensan –deduce ella– que la estabilidad laboral te da una estabilidad emocional y te abre las puertas a un mundo mejor que la incertidumbre. ¿Hubieran preferido que hubiera sacado plaza de profesora de Biología en un instituto? Probablemente. Pero, ahora están contentos y reconocen que han trabajado mucho desde la vocación. Recuerdo a mi madre, maestra y con tres hijas, estudiando por la noche las oposiciones para profesora de Instituto».

Tampoco olvidará fácilmente, en los años de mayor actividad política de su padre, las noches electorales correteando por la Casa del Pueblo de Cuenca, mientras los 'compañeros' adultos celebraban las victorias de Felipe González. «He vivido alegrías y también algunas desilusiones. Mi padre me ha contagiado el interés por el ámbito político de nuestro país y de nuestro contexto. Hasta el punto de que, cuando hay elecciones, me paso el día delante del ordenador siguiendo la jornada electoral».

Ella tenía claro que quería ser actriz, pero su familia no tanto: «Mis padres quizá hubieran preferido que fuera profesora de Biología en un instituto»Ella tenía claro que quería ser actriz, pero su familia no tanto: «Mis padres quizá hubieran preferido que fuera profesora de Biología en un instituto» - Foto: Juan LázaroComo actriz, sus preferencias se decantan por el teatro, con una veintena de montajes en su haber. «Es lo que siempre me ha gustado. Nunca me imaginé haciendo cine o televisión. Encima del escenario –confiesa– vives el momento y el 'feed back' de tus compañeros y del público. Siempre tuve claro que lo mío era el teatro. Y, cuando estás haciendo teatro, van a verte y te llaman para proponerte otras obras…».

La película 'Verano en diciembre', dirigida por Carolina África, con Carmen Machi, Bárbara Lennie y Lola Cordón en el reparto, ha sido una feliz excepción. Fue estrenada en otoño, presentada también en Cuenca, y podría ser el punto de partida de una nueva aventura profesional. 

«Me da rabia que se critiquen las subvenciones al cine y no se diga nada de las subvenciones al automóvil» 

 ¿De dónde crees que puede venir tu precoz vocación por el teatro?  La respuesta de Beatriz es inmediata. «A mi abuela materna, Mariana, le encantaba el teatro. Me contaba que había hecho un montón de obras y que mi afición la había heredado de ella. Y mi abuelo, Juan, al que apenas conocí, también era un amante del teatro. Los dos amaban el teatro, pero no hay más antecedentes familiares. Soy, por decirlo de alguna manera, la oveja negra. La única artista de la familia, junto a una prima mía que es pintora».

Beatriz Grimaldos tenía ya 27 años cuando se matriculó en Réplika (Centro de Creación y Escuela de Interpretación), compartiendo las clases con alumnos de 18, y pagándose los estudios con el dinero que ganaba en el Instituto de Investigación Ortega y Gasset. «En este oficio –asegura– nadie te garantiza nada. El 97% de los actores y actrices españoles no viven de su profesión. Un montón de compañeros de Réplika tienen que hacer otras cosas para sobrevivir. Lo que llamaríamos un 'plan b'. Es muy difícil acceder al Centro Dramático Nacional o encontrar un trabajo donde te puedan pagar medianamente bien. La profesión está muy precarizada. Me da mucha rabia que se critiquen las subvenciones al cine español y no se diga nada de las subvenciones al sector del automóvil». 

Dice que no es mitómana, aunque se declara rendida admiradora de las actrices Olivia Colman, Toni Collette y Rachel Weisz. «Entre las españolas –afirma–, me gusta mucho Ángela Molina. Como actriz y cuando está fuera de la escena; con sus canas, su vestido negro y sus labios rojos. Me fijo mucho en ella». 

Conoce las capitales de provincia y los pueblos más importantes de Castilla-La Macha gracias a sus giras teatrales. Le faltaba por conocer Albacete capital, y hace unos meses pernoctó en ella, después de representar 'La Celestina' en un pueblo de Valencia. «Toledo me parece una ciudad espectacular, con un teatro precioso (Teatro de Rojas). Tuvimos allí una experiencia curiosa en las pasadas Navidades. Yo no sabía que tenía un turismo tan masificado los fines de semana y no había forma humana de llegar con el coche al teatro. Menos mal que iba con Anabel Alonso y le dijo a un policía: déjenos pasar que tenemos una función y no vamos a llegar. Había hordas de gente por la calle. Es brutal. Había estado en Toledo en otras ocasiones y no había tanta gente, pero debió ser en días laborales». 

«Con las redes sociales y los móviles profundizamos menos en las cosas y nos quedamos solo con los titulares»

Almagro es una de las ciudades castellanomanchegas a las que tiene un cariño especial por lo que significa para las gentes del teatro. En la Antigua Universidad Renacentista representó 'La Celestina' y en las terrazas de la plaza Mayor ha compartido tertulias y amistades hasta altas horas de la madrugada. «El ambiente que se genera en Almagro cuando trabajamos allí es chispeante. La gente se reúne después de las funciones y es uno de los lugares donde más ilusión me ha hecho trabajar. Su plaza tiene un aura muy especial. Si tuviera que elegir alguna ciudad de Castilla-La Mancha, me quedaría con Cuenca y Almagro».

Son numerosos los parajes conquenses que recomienda visitar, empezando por el nacimiento del Río Cuervo, siguiendo por la ribera del Júcar y haciendo una parada obligatoria en el restaurante 'El Recreo Peral'. «Cuando voy con mi hija a Cuenca, nos vamos a pasear por la orilla del río. Me parece un regalo de la naturaleza. Como lo son también las montañas y la hoz del Huécar… Es algo espectacular». Recrea esos escenarios de su infancia y adolescencia con la misma emoción que experimenta en los estrenos teatrales. 

Esa emoción, sin embargo, se transforma en disgusto cuando escucha a alguien decir que los actores y actrices españoles tendrían que opinar menos de política. «Me parece absurdo. Como cualquier ciudadano, podemos manifestar nuestra opinión donde nos dé la gana. En los 'Premios Goya', en una entrevista o donde sea. Haciendo 'La Celestina' con Anabel Alonso, había gente que me decía que no iría a ver la función porque trabajaba ella. Porque Anabel es una persona muy de izquierdas, que se moja mucho en política y tiene montones de 'haters' en Twitter (ahora 'X'). Los de Vox la odian. ¿Que mezcla el teatro con la política…? No. El que lo mezcla es quien no va al teatro porque una actriz tiene una determinada opinión. Pues, igual que la tienes tú». 

«Lo de las subvenciones –añade– es otro mito que nos han querido vender para denigrar a esta profesión. O que digan que estamos todo el día de fiesta y de farándula, cuando la realidad es que tenemos una profesión precaria. Una profesión donde resulta muy difícil enlazar un trabajo con otro». 

Entre los últimos rodajes de Beatriz Grimaldos figura una serie de Netflix que lleva por título 'Olimpo', cuyo estreno está previsto para el próximo mes de junio. La trama se desarrolla en un centro de alto rendimiento –CAR– y ella encarna a una doctora que atiende a esos jóvenes deportistas y que está implicada en otras historias que no se descubrirán hasta el final. 

Le pido su opinión sobre la formación interpretativa de las nuevas generaciones y hasta qué punto esa preparación puede disimular la carencia de condiciones naturales. «Uno nace con ciertos talentos, pero luego hay que estudiar y formarse. Esta profesión es una carrera de fondo y requiere una formación constante. Yo, ahora que tengo más tiempo, hago por las mañanas un curso de cine. Cuantos más palos toques –baile, voz, canto– mucho mejor. Creo que cada vez hay más versatilidad. En mi caso, no soy buena cantante, pero se me da bien el baile y la interpretación». 

Hay una etapa en la vida de la actriz vinculada a distintos países de Hispanoamérica. «El último curso de la carrera de Ciencias Ambientales –recuerda Beatriz– lo hice en Argentina, compaginándolo con un máster en Cooperación Latinoamericana. También visité Chile, Bolivia, Ecuador y Perú. Años después hice una gira de teatro –con un monólogo escrito por José Sanchís Sinisterra– por Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala. Al finalizar esa gira, me trasladé a México. Tenía un amigo viviendo en San Cristóbal de las Casas (Chiapas) y aquello me fascinó. Tanto es así que volví unos meses después con mi monólogo y permanecí cuatro meses haciendo representaciones por México. Es un país que te enamora, aunque tenga su parte oscura de sombra y violencia. Me flipó de Chiapas la efervescencia social del movimiento zapatista. Y allí siguen con sus 'caracoles' y su lucha anticapitalista. En América Latina hay más asociacionismo que en España. Es algo muy bello que aquí se ha perdido, lamentablemente».

Aunque tiene algunas cuentas en redes sociales, confiesa que apenas las utiliza. «Tengo la teoría de que las redes y el móvil nos fríen el cerebro y nos descentran. Profundizamos menos en las cosas y nos quedamos solo con los titulares. Cuando no había móviles, me leía un periódico entero. Ahora soy menos lista que hace 20 años».

«A mi suegra le dijo el juez: olvídese del divorcio; póngase minifalda y píntese los labios para reconquistar a su marido»

Ante la crítica extendida de que apenas se escriben papeles protagonistas para mujeres maduras, Beatriz sostiene que el cine todavía lo escriben y dirigen mayoritariamente los hombres. En su opinión, «llega una edad en la que no eres ni lo suficientemente joven para ser novia del protagonista ni lo bastante mayor para hacer de madre». «Hay una edad terrible. Lo masculino se presenta como más universal que lo femenino. Dejemos ya de atribuir a lo que hacen las mujeres como algo de mujeres y lo que hacen los hombres como algo neutral y universal. Veo mucha esclavitud con la belleza y se nos impide envejecer porque, supuestamente, dejamos de ser atractivas».

Celebra, eso sí, que se esté perdiendo el miedo de las mujeres a denunciar las agresiones y abusos sexuales y recuerda lo que le dijo un juez a su suegra cuando decidió divorciarse: «olvídese del divorcio; lo que tiene que hacer señora es ponerse una minifalda, pintarse los labios y reconquistar a su marido».

Tras elogiar el excelente trabajo de la dramaturga y directora española Lucía Carballal, deja un titular, a modo de despedida: «¡Vaya tela lo de Errejón y Monedero!». 

«Mis padres me dijeron: primero una carrera y después Arte Dramático»

El padre, fraile hasta los 36 años, profesor de inglés en el Instituto Fernando Zóbel y destacado dirigente socialista en Castilla-La Mancha en los años 80 y 90, llegando a ser senador y eurodiputado por el PSOE, la llevó a vivir noches electorales en la Casa del Pueblo de Cuenca. La madre, profesora de Historia del Arte en el Instituto Pedro Mercedes, hubiera preferido seguramente que la segunda de sus tres hijas, buena estudiante, hubiera hecho, al terminar la carrera, una oposición como ella. La mayor es maestra y la pequeña psicóloga. 

Sin embargo, los sueños de Beatriz, aquella adolescente que se divertía con sus amigos y amigas en el mirador de San Miguel, eran otros. Tampoco es cuestión de indagar en ello, pero sí tiene claro que las representaciones teatrales en el colegio influyeron en su determinación. «En Segundo de EGB – recuerda – hicimos una obra de teatro con la profesora, Mari Carmen Herráiz, y yo interpretaba cuatro o cinco papeles a la vez. Aquello lo recuerdo como una experiencia mágica. Fue subir a un escenario con 7 u 8 años y sentir que es ahí donde respiraba. Lo que pasa es que era buena estudiante y mis padres me dijeron: 'primero haz una carrera y después, si te gusta tanto, estudia Arte Dramático'».

La actriz conquense también recuerda los recreos en el colegio de Santa Teresa, donde daba clases entonces su madre. Paseaba con las amigas alrededor del campo de fútbol y la cancha de baloncesto, «procurando que no nos dieran algún balonazo». «Al terminar las clases –añade–, nos quedábamos mis hermanas y yo una hora y pico más esperando a que mi madre saliera de las reuniones del claustro de profesores. El colegio vacío, sin niños y docentes, me parecía algo mágico. Como un teatro desierto, cuando estás acostumbrada a verlo con gente».

Madre de una hija de cuatro años –Lola– y su pareja –Jorge Mayor– compañero de profesión, no siempre puede volver con la frecuencia que desearía a su ciudad, donde residen sus padres y su hermana pequeña. «Cuando voy, me gusta tomarme un café en el castillo y ver la ciudad desde arriba. Es un sitio muy especial. También me encanta el Museo de Arte Abstracto, no sólo por las obras que contiene, sino porque te asomas a la ventana y contemplas unas vistas increíbles». 

Ningún parecido con el Madrid que descubrió coincidiendo con su mayoría de edad. «El cambio fue brutal. Me metía en el Metro y sentía una especie de congoja. Decía: no conozco a nadie y no me conoce nadie. Echaba de menos la cercanía, esa pequeña capital de provincias donde conoces a todo el mundo y te sientes como en tu casa. Sin embargo, también agradecía el anonimato que te da una gran ciudad, como es Madrid».

Enamorada de sus raíces, Beatriz quiere que su hija se sienta tan conquense como su madre y sus abuelos. «Procuro ir con frecuencia a Cuenca para que Lola la sienta como una conquense más».