Para el trompetista Manuel Blanco, Daimiel no es sólo un lugar en el mapa, es el puerto al que regresa para reencontrarse consigo mismo. Después de un año frenético, recorriendo escenarios de todo el mundo, el músico encuentra en la pequeña localidad manchega la calma que le permite desconectar, aunque sea por unos días, del exigente mundo de la música clásica.
«Volver a Daimiel por Navidad significa uno de los momentos más bonitos y de mayor alegría de mi calendario», confiesa Blanco. Con una agenda que lo ha llevado de concierto en concierto por diferentes países, estas fechas se convierten en una pausa tan necesaria como terapéutica. «Es la mejor terapia. Me rodeo de mi familia, mis mejores amigos, y desconecto todo lo que puedo. Aunque, siendo sinceros, esta desconexión nunca es total», añade.
A pesar de su voluntad de apartar la trompeta durante las fiestas, la disciplina que exige la música clásica no da tregua. La trompeta, su instrumento, comparte muchas similitudes con el deporte de élite: requiere un mantenimiento constante y no permite largos periodos de inactividad. En enero, Blanco abrirá el año con un concierto destacado, interpretando el Concierto para trompeta y orquesta de Hummel junto a la Orquesta de Valencia. El peso de este compromiso está siempre presente, incluso en medio de los brindis y las risas.
«Lo que hago es organizarme para estudiar cuando todos duermen. Durante el día repaso los pasajes más comprometidos, pero trato de que no interfiera demasiado en el tiempo que paso con mi gente», explica. Esa disciplina, sin embargo, no le impide disfrutar de las tradiciones navideñas que lo conectan con sus raíces. El aperitivo del 31 de diciembre, una tradición muy arraigada en Daimiel, es uno de sus momentos favoritos. «Bajar con la familia y amigos, pasar por varios bares y reencontrarme con antiguos compañeros de colegio y de la banda municipal de música es algo que me hace sentir realmente en casa», dice con una sonrisa.
El regreso a Daimiel también tiene un carácter introspectivo para Manuel Blanco. Las conversaciones con sus padres y las historias compartidas en las reuniones familiares se convierten en una enciclopedia de anécdotas y enseñanzas que le permiten mirar con perspectiva. «Es la mejor información, una manera de tocar tierra y disfrutar de todo lo conseguido», reflexiona.
El 2024 ha sido un año de luces y sombras para el trompetista. Aunque ha disfrutado de grandes momentos profesionales, también ha enfrentado decepciones y retos personales. Ahora, esta tregua navideña le permite cerrar capítulos y recargar energías para afrontar con ilusión los proyectos que ya tiene en marcha para el 2025.
A pesar de su esfuerzo por desconectar de la música clásica, hay piezas que inevitablemente forman parte de su Navidad. Entre ellas, el Oratorio de Navidad, que describe como un clásico indispensable de estas fechas. Sin embargo, también hay espacio para los villancicos de Luis Miguel, Mariah Carey o incluso el 'Burrito sabanero'. Este año, inspirado por un reciente viaje a México, planea explorar más a fondo la música norteña y los mariachis, géneros que admira por su riqueza instrumental y el protagonismo de las trompetas.
«La música me acompaña siempre, pero en Navidad intento que sea algo que disfrute sin presiones», comenta. Y es que, en estas fechas, el trompetista busca no sólo desconectar, sino también reír, disfrutar y crear nuevos recuerdos con sus seres queridos.
Manuel Blanco no oculta sus expectativas para estas fiestas: salud para sus seres queridos, momentos de risas y mucha tranquilidad. También, como todos, espera dejar atrás pequeños conflictos y concentrarse en lo positivo. «Mi deseo profesional es que las personas que a veces intentan ponerte zancadillas se centren en mejorar y me dejen en paz», dice entre risas.
Además de ser un trompetista reconocido, Blanco también se ha convertido en un referente para las nuevas generaciones de músicos. Muchos jóvenes trompetistas encuentran en él un mentor dispuesto a compartir su experiencia. Este papel, que asume con humildad, lo motiva a seguir adelante. «Es una maravilla compartir este camino con nuevos talentos y ayudarles a alcanzar su máximo potencial», afirma.
Con esta pausa navideña, Manuel Blanco no sólo recupera energías, sino que también refuerza su conexión con Daimiel, ese lugar que, para él, siempre será sinónimo de hogar. «Mirar a mis padres, estar con mi hermana o mis amigos... Eso es la vida», afirma.