Encararse con el juez Peinado, si es que ello finalmente ocurre este martes, no va a ser el único problema para un Pedro Sánchez que viajeros a La Moncloa aseguran que se siente 'injustamente acorralado'. Y que reacciona de forma tan desafiante como plantarse en los Juegos Olímpicos acompañado de su mujer, Begoña Gómez, objetivo de las investigaciones del mentado juez y de una inmensa polémica nacional. O que intenta mantener un ambiente de normalidad como para , este mismo martes, tras declarar (o no) ante el magistrado, plantarse en Mallorca para mantener la tradicional 'entrevista veraniega' con el Rey, antes de enfrentarse (o no) a los periodistas. Hay muchas preguntas que hacer al presidente en esta también tradicional reunión con la prensa tras el encuentro con Felipe VI en Marivent, y me temo que van a quedar sin respuesta.
Ignoro, claro, lo que preguntará el juez a Sánchez, en una comparecencia que alguna vez he dicho que me parece innecesaria y algo abusiva. Pero sí sé que el jefe del Gobierno tiene una cita inexcusable con los medios de comunicación, con todos los medios de comunicación, sin previas selecciones: tiene muchas cosas que contar, y las principales no guardan relación con las actividades de su mujer y de su hermano. Porque estamos ante una remodelación de hecho del esquema territorial y hacendístico, nada menos, con la negociación que se lleva a cabo con Esquerra Republicana de Catalunya para investir a Salvador Illa como president de la Generalitat. Y eso precisa de aclaraciones precisas y terminantes.
Esta negociación suscita dudas económicas y legales en el propio equipo de la ministra de Hacienda y vicepresidenta primera del Gobierno. Y provoca algunas grietas no solo entre otros miembros del Ejecutivo, sino en las filas del PSOE periférico. Cataluña, que es la gran baza de Sánchez, que reclama para su política haber logrado la 'normalización del problema', se ha convertido, por el contrario, en un quebradero de cabeza de primera magnitud. Y no solo por el regreso o no de Puigdemont ante una eventual investidura de Illa –si se cierran los flecos negociadores- el próximo 8 de agosto.
A partir de ahí, Sánchez, como mínimo, tendrá que hacer una remodelación gubernamental a fondo. Proponer al ministro Escrivá como gobernador del Banco de España es una baladronada negociadora con el Partido Popular, pero de hecho debilita la posición del ministro en el Ejecutivo, que además perderá a una de las figuras de mayor solvencia, la vicepresidenta tercera Teresa Ribera, para marchar a la UE. Y hay otros ministro/as 'quemados/as' o que no han despegado. El cerrado apoyo de todos ellos, comenzando por el titular de Justicia, a la 'causa Begoña Gómez' genera la sensación de que, más que de un Consejo de Ministros, estamos hablando de un club de 'fans', cerrado y reservado.
Pero la pregunta más importante para Sánchez sería, a mi juicio, esta: "dadas las circunstancias, señor presidente, ¿sigue usted pensando en agotar la Legislatura, llegar hasta casi el verano de 2027, o contempla la hipótesis de adelantar elecciones tras haber perdido la mayoría de apoyo en el Congreso al fallarle los escaños de Junts, por lo menos?".
Naturalmente, Sánchez confirmará que pretende agotar la Legislatura o se evadirá diciendo que estas cosas nunca se anuncian con antelación, y tendrá razón. Lo que a mí me gustaría sería ver qué cara pone al decirlo. Porque últimamente hay muchos gestos que delatan un estado de ánimo especial en la esfinge. Muchas veces, lo interesante en una rueda de prensa no es lo que te responden, que suele irse por los cerros de Úbeda, sino el clima que se genera, esa atmósfera especial que se respira cuando las cosas van bien, pero que se percibe mucho más cuando van mal.