Ya estamos bien entrados en el mes de marzo; el próximo domingo es la festividad de San José y dentro de nada estaremos en plena Semana Santa. Contamos y dividimos los diferentes periodos del año intercalando al trabajo multitud de fiestas, normalmente de origen religioso, que vienen insertadas en la tradición nacional, regional o local, que normalmente coinciden también con los cambios estacionales y la finalización o el inicio de las tareas del campo vinculadas con la agricultura, y que las utilizamos como excusa para el ocio, la ruptura con la cotidianidad y el cultivo de determinadas emociones.
De todas esas fiestas, la Navidad es especial para la mayoría de las personas. En Navidad adornamos nuestras casas y algunos iluminan sus balcones con luces de colores, como queriendo expresar y trasladar su alegría al exterior. La Navidad suele despertar en nosotros sentimientos y emociones de ilusión, alegría o añoranza de nuestra propia infancia y nos abre el deseo de reunirnos con familiares y amigos. Pero lo bueno de la Navidad es, sin duda, que esas emociones se desarrollen y se concentren en un periodo limitado de tiempo, que suele durar un par de semanas; si alargáramos la Navidad durante todo el año, se produciría sin duda un efecto inflacionario de sentimientos y emociones, haciendo que la Navidad perdiera totalmente su valor.
Si han leído hasta aquí, ya se estarán preguntando que qué hago, a estas alturas del año, hablando de la Navidad. Pues el motivo viene relacionado con el conocido refrán popular de que 'hasta San Antón, Pascuas son', que hace referencia a la proximidad de la Navidad con el día de San Antón o San Antonio abad, celebrado el 17 de enero, que viene a abrir el ciclo festivo religioso del nuevo año. Resulta que tengo un vecino, frente a mi casa, que todavía tiene puestas las luces de Navidad en su balcón, y cada noche se encienden automáticamente y me trasladan, sin querer y sin poder evitarlo, al recuerdo de los villancicos, el turrón, las cenas familiares y todos esos sentimientos y sensaciones a los que ya me he referido. En suma, jodiéndonos las Navidades, las pasadas y las futuras, con la inevitable imposición que implica el hecho de que 'hasta la Inmaculada Concepción, Pascuas son'.
Mi teoría es que, como veo que siempre tiene las persianas bajadas, el sujeto en cuestión no reside en la ciudad, probablemente vino solo a pasar la Navidad, colocó las luces y regresó a su lugar de residencia habitual después de las fiestas, olvidando desconectarlas o retirarlas del balcón. Y ya ven, yo que soy de los que opinan que para disfrutar de las Navidades te tienes que olvidar de las pasadas, aquí me tienen, tarareando todavía, todos los días, lo de que 'con mi burrito sabanero voy camino de Belén'. Un suplicio.