Dice el refrán que por la boca muere el pez y, me permito añadir, que no siempre es así, que depende de qué pez y de las circunstancias.
Hago esta reflexión al filo de la creciente preocupación entre muchos periodistas y algunos medios de comunicación, ante el empeño de Pedro Sánchez y su Gobierno de aprobar una ley, supuestamente, contra las noticias que consideran falsas, lo que acarrearía sanciones contra medios y periodistas. Al parecer, también pretende crear una especie de tribunal, que denominará comité, de periodistas que juzgarán la veracidad de las noticias publicadas por otros periodistas.
Todo esto, me lleva a echar una mirada al pasado reciente. Y es que Pedro Sánchez se hizo con la presidencia de gobierno a través de una moción de censura, después de que, desde un tribunal se cuestionara la honradez del PP y de sus dirigentes. El hoy Presidente, aprovechó ese cuestionamiento presentando una moción de censura contra Mariano Rajoy.
Desde entonces, Sánchez se ha esmerado en dar lecciones de moral política, señalando a quienes, a su juicio, no cumplen con los cánones de lo que está bien o está mal en el comportamiento político.
Claro que si Pedro Sánchez, durante un instante, repasara la hemeroteca seguro que se llevaría un sobresalto al comprobar que los comportamientos que exigía en el pasado a sus oponentes, en el presente no se los aplica a sí mismo.
También, quienes le acompañaron y le acompañan comparten con él esa doble vara de medir. Todo lo que hicieron sus antecesores en el Poder era poco menos que pecado mortal pero, todo lo que hace el actual presidente, es honorable y, son las "fuerzas reaccionarias", las que se empeñan en afear conductas que, él mismo, no hace tanto, tachaba de detestables e incompatibles con lo que debe ser un comportamiento honorable por parte de un dirigente político.
Como Sánchez ha hecho de pedalear hacia adelante su santo y seña, no ha encontrado mejor manera de acabar, con quienes le recuerdan lo que decía en el pasado contrastando con lo que hace en el presente, que intentar imponer una legislación para acallar las voces críticas. Una legislación encaminada a cerrar la boca a quienes no le hacen la ola. Lo peor es que encuentra aliados entre los propios periodistas, ellos sabrán porqué.
En mi opinión, cualquier intento de censura y de leyes especiales contra la prensa, es un signo inequívoco de como se las gasta los gobernantes en las autocracias.
De manera que, mejor no se dejen llevar por la melancolía quienes, echando mano de la hemeroteca, recuerdan a Sánchez lo que dijo en el pasado y hace en el presente. En realidad más vale prepararse para asistir al intento de reducir el espacio de libertad de expresión que nos anuncian desde el Gobierno. No diré que se veía venir, pero casi.