"Nos pilló en casa, las alarmas empezaron a sonar a la ocho de la tarde y bajé a la calle porque empecé a oír ruido. Por la calle ya iban 20 o 30 centímetros de agua. Fui corriendo a mi coche, lo subí a una acera y lo dejé contra una pared; en 20 minutos ya llegaba el agua por la puerta del coche y de repente eso se desmadró".
Así comenzó para el ciudadrealeño José Ángel Niño el relato de la "pesadilla" que ha vivido a causa de la Dana. Desde su piso, en la quinta planta de un bloque de la avenida principal de Catarroja (29 316 habitantes), en Valencia, no daba crédito a la magnitud de la tragedia que estaba viviendo.
Los coches flotaban como barcos de papel y el agua entraba en bajos y garajes, asolando todo lo que estaba a su paso. Una estela de destrucción, muerte y dolor que ha azotado a los municipios de este entorno y de la que José Ángel ha sido testigo directo, mientras que ahora ha dado paso a una ingente tarea de reconstrucción.
"Es todo un cenagal, no se puede andar, es muy difícil todo""La gente tuvo que salir de los coches porque se hizo un tapón en la calle. Estaban en los coches intentando huir y de repente salían de los coches y los coches flotaban. Fue una pesadilla", relata aún sobrecogido ante la rápida devastación que dejaron las inundaciones. "Es todo un cenagal, hay medio metro de cieno, no se puede andar. Es muy, muy difícil todo".
Natural de Albaladejo, en el Campo de Montiel, José Ángel es un joven que lleva siete años viviendo en Catarroja , en la zona cero de la Dana. Aún impactado por lo sucedido, explica que estuvieron sin luz hasta el miércoles por la noche y ayer jueves por la noche seguían sin agua y sin gas.
En la calle el escenario era dantesco. "Mi cuñada lo ha perdido todo, el agua le ha arrancado hasta la lámpara de los techos. Ha sido catastrófico, llevamos dos días ayudando a los vecinos, achicando agua. Nuestro portal tenía medio metro de barro cuando bajamos. Tuvimos entre todos los vecinos, haciendo cadenas, que quitar el barro para que saliera la gente, yendo a por agua a las cubas, a los garajes, que están llenos de agua hasta arriba, para usarla en los baños y poco a poco intentando ir ayudándonos unos a otros".
"Es todo un cenagal, no se puede andar, es muy difícil todo"De hecho, explica que los vecinos están recogiendo agua de las cubas que están llevando de otros pueblos a los que no les han afectados las inundaciones, "pero dura nada, tenemos cinco litros por persona. Eso administrarlo para beber y cocinar es difícil, muy difícil" y agrega que en su caso dio la casualidad que a una vecina el día de antes le llevaron bidones de agua, de 50 litros, y les ha estado repartiendo algo, dijo en referencia a la principal necesidad que tienen ahora, el agua potable.
Y si a José Ángel se le hace un nudo en la garganta cuando explica que está buscando ropa que le viene algo pequeña para dársena a sus sobrinos "porque no tienen una camiseta que ponerse", directamente se le quiebra la voz cuando comenta que tiene en casa a su bebé de menos de dos meses y que su mujer, Cristina, y él, de momento se las intentan apañar gracias a que toma pecho y no necesitan agua para biberones, pero saben que necesitarán agua para lavarle los bodys y que de momento lo lavan con toallitas.
También se le encoje el alma cuando recuerda el centenar largo de muertes que ya se han confirmado, una lista negra de destrucción que sigue a través de las redes sociales y pronostica que será mucho mayor a tenor de la gran cantidad de bajos que se han podido inundar en municipios del entorno y a los que todavía no se ha accedido. En este sentido, expone que aún no saben nada de la vecina de su cuñada, una señora mayor de unos 90 años de la que desconocen si fue arrastrada por las inundaciones o quedó atrapada en su casa.
"Es todo un cenagal, no se puede andar, es muy difícil todo""Mañana (por hoy) nos toca ir a casa de mi cuñada a sacar muebles para intentar desalojar aquello un poco", prosigue este ciudadrealeño que antes de que medio litoral valenciano quedara incomunicado tenía planes de pasar la Festividad de Todos los Santos en Albaladejo. Ahora, sin embargo, están incomunicados y sus coches se han echado a perder.
"Viene también Navidad, que son fechas muy señaladas y que van a ser muy duras porque todos conocemos a alguien que ha faltado, que ya no está o que lo ha perdido todo", lamenta todavía sobrepasado por esta tragedia.