Manuel Blanco nunca defrauda. Ni en Madrid, en su papel de solista de la Orquesta Nacional de España, ni en Berlín, ni Estambul, México y, mucho menos, en Daimiel, bien sea en su banda de toda la vida, en Santa Cecilia, o en Semana Santa, en el santuario de las Cruces o en lo alto del coro amarrado al sonido del órgano Stolz de su parroquia, Santa María la Mayor. El magnetismo de este concertista internacional daimieleño cada vez que se aproxima a su pueblo es arrollador. El pasado domingo volvió a demostrar, en el concierto benéfico por poner en valor el instrumento del siglo XIX adquirido en Francia hace cuatro años, su conexión y pasión ante los que le vieron nacer.
Blanco actuó de forma generosa en aportar su profesionalidad a la causa del órgano Stolz de la mano de uno de los virtuosos del órgano de España y media Europa, Daniel Oyarzabal, quien quedó hipnotizado por el instrumento y su potencial para futuras citas, sobre todo, tras ver entregado a todo un pueblo por recuperar una joya romántica francesa. Cuatro años después de que llegara de tierras galas, el Stolz sonó de una manera sublime a pesar de la dificultad del programa, de la temperatura húmeda y cambiante de una tarde lluviosa que tanto afecta a este tipo de instrumentos tubulares. No impidió, sin embargo, que el trompetista arrancara desde la sacristía para fundirse entre sus paisanos en la mitad del templo mientras interpretaba el coral bachiano Nun komm der Heiden Heiland como anticipo o propina de un programa variado.
Tras una breve presentación los motivos de este concierto en el que se ha volcado toda la parroquia, Blanco, ya junto a Oyarzabal desde lo alto, deleitaron con la Toccata de la Sinfonía V-7 del organista y compositor Charles-Marie Widor en el intento de que el órgano se sintiera 'como en casa', y después con la Toccata en Re Mayor de Giambattista Vico. En ese legado que supondrá el instrumento para las siguientes generaciones daimieleñas, Blanco dio paso a una de sus alumnas, Prado, también implicada en la causa del Stolz, para que interpretara delicadamente pero muy segura la Sonata en Si Bemol Mayor de Jean-Baptiste Loeillet.
De tótem a tótem musicalOyarzabal puso a prueba el Stolz con su virtuosismo en el Preludio en Re Menor de Felix Mendelssohn y después con la conocida Toccata y Fuga en Re menor de Johann Sebastian Bach demostró que el instrumento está llamado a entrar en los más importantes ciclos regionales y nacionales, para luego rematar con el Concierto para violín en Re mayor, Rv 230 de Antonio Vivaldi, donde ambos, trompetista y organista, asombraron con una coordinación fraguada de años juntos demostrando que son dos de los mejores concertistas del panorama español.
El público, que no dejó un hueco libre en la iglesia, se entregó con los dos bises finales. El primero con un dúo armónico de Les Noces del Manyá con otro joven trompetista, Luis, de Daimiel, que erizó la piel del público y un segundo, a modo de cierre, con el Ave María de Franz Schubert con el que ambos instrumentistas se abrazaron a un Stolz llamado a ser un tótem musical y un orgullo para Daimiel, como ya lo es también su hijo predilecto, Manuel Blanco.