Céspedes reconstruye el paso de la División azul

D. A. F.
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Un libro plasma una larga investigación iniciada en 2009 sobre casi un millar de voluntarios que marcharon desde Ciudad Real a luchar junto al ejército alemán contra la Unión Soviética

David Céspedes muestra su libro en el centro de Ciudad Real. - Foto: Rueda Villaverde

Un millar de ciudadrealeños se alistaron en la División Azul, la unidad de voluntarios españoles que participó en la invasión de Rusia por la Alemania nazi. Dar cuenta de esta participación ha sido el objetivo de David Céspedes Barroso, que esta tarde (20.00 horas) presentará en la Casa de Cultura de Daimiel su libro División Azul. Ciudad Real y provincia. En un grueso tomo se unen los fríos datos de los expedientes militares, con los testimonios aportados por familiares y también otra documentación formada por las solicitudes que dirigían al mando tanto los propios soldados como sus familiares, unos para reclamar permisos o beneficios que les pudieran corresponder y otros en demanda de información sobre sus parientes.

Céspedes, en una conversación con La Tribuna, explicó que su interés por los divisionarios de la provincia empezó por «la militaria alemana», aunque especialmente centrado «en su organigrama», «desde el rasgo psicológico de la tropa», revela.

Así, hizo estudios sobre el cambio de mentalidad de soldados alemanes concretos a través de sus cartas, «y de ahí a lo que es España», comenta, con lo que llegó a la famosa División Azul, que se implicó en el frente de Leningrado.

En cuanto al perfil de los voluntarios que partieron desde Ciudad Real, Céspedes precisa que en el año 2009 empezó ya a investigar de forma seria al darse cuenta «que hay bastantes divisionarios de Ciudad Real, capital y provincia». En concreto, descubre alrededor de  mil, de los que decidió saber más «investigando sus nombres, su procedencia, su ideología...»

En total, identificó a 967 divisionarios, de los que 87 fallecieron en el frente. Céspedes admite que hay medio centenar de casos más de los que no dispone de datos porque «no han aparecido sus expedientes». Del mismo modo, hay una dificultad añadida en el silencio de los propios voluntarios. «El divisionario se caracteriza porque es muy introspectivo, porque no transmitió el testimonio a la familia», detalla Céspedes, que tuvo que valerse de los pocos voluntarios que seguían vivos cuando inició su investigación en 2009. 

su perfil. En cuanto a los perfiles de estos ciudadrealeños que se encuadraron para luchar contra la Unión Soviética, precisa que «un 70% son de ideología falangista», en tanto que los restantes en su mayoría se mueven desde los considerados «de conducta intachable» a otros dudosos, en los que se incluían desde familiares de personas encarceladas por el régimen o sospechosas por diversos motivos. «Son 26 casos que he analizado profundamente en el libro», comenta. 

Del total de voluntarios ciudadrealeños, 62 eran soldados que estaban ya cumpliendo el servicio militar cuando decidieron alistarse y a los que se les redujo considerablemente el periodo de permanencia en filas, precisa Céspedes.

El autor recuerda que el reclutamiento para la División Azul se realizó en tres etapas, una primera que se hizo prácticamente coincidiendo con el inicio de la invasión de Rusia (22 de junio de 1941). En aquellos primeros compases, el escritor recuerda que «Alemania está avanzando de tal manera que se estima que en seis semanas va a terminar la toma de la URSS», por lo que los falangistas insisten en que España debe tomar parte en la II Guerra Mundial. El 27 de junio, cinco días después, «Serrano Suñer recibe un telegrama donde Alemania admite la participación española».

Al día siguiente se abrieron los banderines de enganche situados en las oficinas de milicias de la Falange, «es el primer alistamiento, del 28 de junio al 2 julio» de carácter masivo en localidades como Almagro, Puertollano o Valdepeñas. En su mayoría son jóvenes de 17 a 21 años que no conocieron el frente en la Guerra Civil.

Una vez en territorio soviético, su principal recuerdo fue «el frío, el hambre y los piojos» por la falta de preparación y la diferencia de trato a la población rusa entre los alemanes y los españoles.