Las palabras de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, negando que el concierto económico con Cataluña forme parte del acuerdo con ERC para investir presidente de la Generalitat a Salvador Illa generaron un terremoto que ha puesto en alerta a sus compañeros de Gabinete, que ayer tuvieron que ejercer de bomberos para apagar el fuego.
No es la primera vez que la vicepresidenta saca los pies del tiesto y tiene que renegar de lo que ha dicho, algo que le cuesta poco a pesar de la existencia de hemerotecas, audiotecas y videotecas. No hace mucho negó haber acusado al novio de Isabel Díaz Ayuso de haber pagado un piso con un fraude a Hacienda. No es la mejor tarjeta de presentación para la número dos del Gobierno de Pedro Sánchez, que más bien hace el papel de guardiana de la Moncloa.
ERC sabe que tiene la sartén por el mango y que como Sánchez se mueva un pelo de lo pactado con los independentistas catalanes no saldrá en la próxima foto, que no es otra que la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Este es el panorama que tenemos en España, un Gobierno cogido con pinzas, pactado con partidos tan dispares como los dos catalanes, ambos independentistas, pero unos de izquierda radical y otros de la derecha más rancia.
Si la presión que ejerce Puigdemont desde Bélgica no fuera suficiente, ahora hay que sumarle la de ERC, que tras la investidura de Illa tiene en sus manos el manejo de dos gobiernos, el catalán y el central.
El fuego provocado primero por el acuerdo de la financiación singular y después por la negación de María Jesús Montero, fiel seguidora de Sánchez, lejos de estar cerca de sofocarse con la salida en tromba de gran parte de los ministros para tratar de calmar a los catalanes, tiene pinta de crecer con fuerza, porque también entran en liza el resto de comunidades autónomas, que se sienten, lógicamente, perjudicadas por el acuerdo entre el líder del PSOE y ERC.
El presidente nos tiene acostumbrados a sus cambios de opinión, pero en este caso parece que no le va a valer esta estrategia de prometer hasta conseguir lo que pretendía y una vez logrado, si te he visto no me acuerdo. Aquí eso no le vale, porque un paso en falso le puede costar la Presidencia. Es lo malo de pactar con partidos independentistas a los que les da exactamente igual lo que le pase a España.
Por mucho que el PP se frote las manos y otee en el horizonte unas posibles elecciones anticipadas, no parece que Pedro Sánchez vaya a permitirlo, por lo que todo indica que las aguas volverán a su cauce y que habrá financiación singular para Cataluña; eso como mínimo, porque ya sabemos que el objetivo final es la autodeterminación. El tiempo dará o quitará razones.