El creciente interés de los consumidores por el vino blanco ha contribuido, junto a otros factores, a que se haya disparado su precio, superando incluso al tinto, que ha ejercido una posición dominante en el mercado desde tiempo inmemorial. Según datos oficiales del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en la semana del 11 al 17 de noviembre, el precio medio del vino blanco era de 47,57 euros por hectolitro, frente a los 44,69 euros del tinto. De media, el coste del vino blanco se sitúa más de un 20% por encima que la pasada campaña y un 45% más caro que el precio medio de las últimas cinco campañas, mientras que el tinto apenas roza el 10%.
«El cambio en el consumo de vino a nivel mundial ha sido radical en los últimos años», afirma Felipe Rodríguez, presidente de Bodegas Yuntero, que explica que la campaña se está desarrollando de forma parecida a la anterior, «con los blancos de menos a más y los tintos que siguen con su crisis, estancados, con muchas dificultades para cerrar operaciones». El máximo responsable de la cooperativa manzanareña asegura que los agricultores que tienen plantadas variedades tintas se están viendo abocados al arranque por la falta de rentabilidad.
Es una de las recomendaciones que Bodegas Yuntero está haciendo a sus socios, especialmente a los que tienen viñedos viejos: cambiar de variedades tintas a blancas. Sin embargo, el elevado coste de transformar el viñedo (entre 15.000 y 20.000 euros una hectárea en espaldera) está provocando que muchos viticultores se queden por el camino o que opten por cambiar a otros cultivos leñosos, como el olivar o los frutos secos, mucho más rentables en los últimos tiempos.
Una de las grandes beneficiadas con este cambio de escenario es la airén. «Siempre se la ha considerado el patito feo, pero es una variedad muy versátil para hacer buenos vinos, para bases de espumosos, mostos y vinagres, y se adapta muy a las temperaturas extremas de la zona», subraya Rodríguez, que apunta también a la macabeo como otra de las variedades que proliferan.
«La felicidad va por barrios», resalta el presidente de la cooperativa El Progreso de Villarrubia de los Ojos. En las zonas vinícolas donde la tinta es mayoritaria, como La Rioja, Ribera del Duero o la propia Manchuela, lo están pasando realmente mal. Sin embargo, en el eje Tomelloso-Manzanares-Villarrubia de los Ojos, el gran viñedo de La Mancha, las blancas son predominantes y están salvando la campaña con nota. «En plena vendimia pensábamos en un mercado estable y plano, pero a su término se ha producido un alza en los precios del blanco», remarca para confirmar que «el tinto sigue en plena crisis, con un consumo paralizado que se está notando en el mercado».
«El tempranillo solía tener un 20% más de valor que los blancos y eso se ha invertido», insiste Casanova, que hace hincapié en que «el equilibrio es lo ideal». El cambio de tendencia en el consumo en favor de en favor de productos más frescos y fáciles de beber está provocando «una autorregulación del sector», con «la transformación, poco a poco, sin prisa, pero sin pausa, de viñedos tintos a blancos». «Se está acabando la generación del tinto a nivel internacional y entra una nueva que prefiere los blancos y espumosos», sentencia Felipe Rodríguez.