Tener el poder o una posición de poder debería implicar una responsabilidad solidaria en una convivencia. Por eso huele a chamusquina cuando la Liga publica unos estudios, quizás forzados e interesados (Tebas, eternamente maquiavélico), en los que se tacha a la Superliga de ser una ruina inmediata para los otros 18 clubes… y ellos dos no lo niegan. Va de dinero, vendiendo «seremos nuestros propios jefes y no los sirvientes de la UEFA» como si les hubiese ido mal todos estos años. Para los otros 18, exceptuando el caso recurrente del Atlético y otros más regulares como los de Sevilla, Betis, Villarreal o Valencia antes de las crisis, las participaciones europeas que riegan los bolsillos y amplían las distancias con los modestos han sido nulas o muy esporádicas. Pero olvidan Madrid y Barça que son grandes porque hay medianos y hay pequeños; que son los que más victorias tienen porque hay otro que tiene que comerse esas derrotas; que un City-Madrid o un Bayern-Barça son partidos especiales porque se juegan de vez en cuando y perderían interés si fuesen recurrentes; que jugarte las perras en Ipurúa, Arcángel, Valero, Montilivi o Butarque es lo que a ti (grande) te permite engordar tu currículum y a ellos (pequeños) vender días de ilusión. No olvidan, eso no, que tienen esa posición de poder que les permite toser y que se constipe toda la competición. Porque si hemos adoptado el mantra de que el futbolista juega donde quiere, ¿por qué no adoptar también, piensan, que el club grande juega la competición que prefiere? Igual Francia, Alemania e Inglaterra se mantienen fuertes, igual UEFA toma represalias, igual blancos y azulgranas tienen que recoger cable... o igual todo se desmorona tal y como lo conocemos. Arabia, el VAR, Mundiales en invierno: tal vez las señales del 'Apocalipsis' eran esas.