Hace más de 20 años, escribíamos en este espacio un artículo cuyo titular rezaba ¿Quo Vadis Cataluña? Su protagonista era José Luis Carod-Rovira, político de altura que lanzó un auténtico disparate por aquellos días. Y conveníamos que era un auténtico disparate que ese personajillo mantenía conversaciones con la cúpula de la banda terrorista que adjuntaba, a la vez, una declaración de independencia, propagando el derecho de autodeterminación de los pueblos de España que ellos tenían, a cambio de que la pandilla de asesinos no atentara en Cataluña. En el resto de España podrían seguir matando y sembrando el terror, pero no en su Cataluña del alma.
La bajeza moral del planteamiento era de tal magnitud que el grado de abyección era irreconocible. Lo más triste de la noticia es que la tremebunda y tenebrosa historia catalana caía de fauces sobre el primer Congreso Internacional sobre las Víctimas del Terrorismo, que a esas horas se celebraba en Boadilla del Monte.
Quien tiene un manual de resentimiento contra España y un desprecio ya descrito en sus discursos y arengas, contra todo lo que huele a español. Ese sátrapa localista estaba ya contaminado y lleno de aburridos y fosilizados. ¿Quo vadis Cataluña? Se marchan las empresas y ahora se les escapa a chorros su nobleza como pueblo catalán por las cañerías turbias de la política. Gran pena decíamos al final del artículo. Ahora, traemos a colación lo que leímos en el prefacio del libro En defensa de España, de Stanley G. Payne, que desmantela mitos y leyendas artificiosas. Políticos independentistas, iluminados y analfabetos quieren destruir nuestra historia con la singularidad y riqueza que atesora. El historiador habla de manera determinante de nuestro territorio, como habló Cervantes de Barcelona. Y añadió más: ningún otro país tiene una historia tan rica en sus imágenes, ni tan abundante en conceptos, mitos y leyendas. De entre todos los países occidentales, la de España, es la historia más exótica y también la más extensa y extrema en su envergadura, tanto cronológica como geográfica, y con mayores diferencias en las distintas épocas. La historia de todos los países tiene sus características propias, pero para encontrar otro gran país europeo, con una historia tan rica y tan especial como la de España sería necesario mirar a Rusia. En esto no tenemos que envidiarle, aunque la realidad es que su trayectoria histórica es mucho más breve que la española y, además, se encuentra fuera de lo que consideramos Occidente. Y añade, que de ninguna manera España constituye un caso anómalo en el devenir de la civilización romano-occidental de Europa. Aclarado para los escasos de mollera. Y en esas estamos.