Desde muy pequeña, Tomasa Paraíso Serrano tenía muy claro que quería ser agricultora. Natural de Tomelloso, cuando cumplió los once años todos los veranos ayudaba a su padre en las labores del campo hasta que después «fueron todos los días». Estudió Bachiller por obligación de sus padres, quienes querían que su hija estudiara y se ganara la vida en otra profesión que no fuera la agricultura pero hoy, a sus 45 años, Tomasa vive por y para el campo, la carrera que quería.
Madre de dos mellizos de 18 años y esposa de bodeguera, asegura que las cepas son su vida. Las visita cada día a las siete de la mañana, hora en la que empieza su jornada laboral en un sector, el primario, que no pasa por uno de sus mejores momentos. «Todo el mundo, incluido Europa, se enteró hace unos meses de lo que estaba pasando realmente la ganadería y la agricultura» donde cada vez es más difícil mantener su actividad con la subida de los costes de producción y las mayores exigencias ambientales en la Unión Europea. «Si te dedicas a esto es por vocación, porque te gusta y porque te apoya la familia. Hay más días con sinsabores que de recompensa», lamenta, al tiempo que asegura que a pesar de todas esas vicisitudes «nunca he pensado en tirar la toalla», pues al fin y al cabo es una «empresa familiar y lo poco que tenemos es gracias a la agricultura». «Mientras tenga viñas, mi trabajo serán las viñas. No me he planteado nunca dejarlo», añade.
A Tomasa se la puede ver conduciendo un tractor o arando como cualquier hombre. «Sé hacer de todo», comenta orgullosa. Un esfuerzo y trabajo que ha sido reconocido por la Hermandad de San Isidro, que este año le ha otorgado el título de Labradora. Nombramiento que recibe con «orgullo y satisfacción». Formó parte de la junta directiva de la hermandad como tesorera, pero por diferentes circunstancias personales tuvo que dejarlo. «Cuando me llamaron pensaba que era para volver de nuevo a la junta directiva, pero la llamada fue toda una sorpresa», como lo ha sido ido también, reconoce, este nombramiento que recibió el sábado, 11 de mayo, fecha en la que se iniciaron los actos en honor al patrón de los agricultores. «No me lo esperaba. Es muy emotivo que se acuerden de ti», comenta.
Una distinción que para Paraíso supone «todo un orgullo». «Es una recompensa y un reconocimiento al trabajo del día a día. Soy la mujer más feliz del mundo trabajando en lo que me gusta, la agricultura, pero que encima te lo reconozcan es una gran satisfacción y orgullo. Es importante que la familia te apoye y valore, pero lo es también recibir ese apoyo de gente ajena», argumenta al tiempo que recuerda que sus primeras palabras como Labradora del año fueron para su familia, principalmente para sus padres, por su «apoyo incondicional», señala con la emoción contenida. Sin ellos, no hubiera cumplido su sueño. «Lo mío fue por vocación», subraya.
Vivirá esta festividad de San Isidro como una agricultora y tomellosera más, pero con la responsabilidad que conlleva este título que demuestra que «las tradiciones siguen vivas, y que la gente tenemos que apoyarlas». Asegura que su petición de este año a San Isidro Labrador será que «nos ayude y proteja, y que si son buenas las cosechas lo sean para todos. Pero sobre todo, salud».