Javier Milei, presidente de Argentina, es un jabalí en el alfombrado mundo diplomático. Nada tan antitético en la misma persona. Y no es la primera vez, ni será la última, que embarra la imagen de su país.
Vaya eso por delante como premisa mayor de mi modesto parecer:
No tiene defensa posible el bárbaro comportamiento de este personaje a su paso por la internacional ultraderechista de la UE convocada en Madrid por el líder de Vox, Santiago Abascal. Y ello no obsta para reconocer el intento de capitalizarlo electoralmente por parte del Gobierno.
Se entiende el malestar de la Moncloa. Está justificado por la descarada intromisión de un gobernante extranjero en asuntos ceñidos al perímetro de la política española, aunque algunos entendemos que llamar "corrupta" a la esposa del Sánchez, siendo grave, porque acusa sin pruebas, no lo es tanto como tachar a la línea política elegida por los españoles para gobernar el país sea portadora de "muerte" y "pobreza".
Se entiende, por tanto, la declaración institucional del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, en la que, amén de denunciar la violación de las más elementales normas en el campo de las relaciones exteriores, se llama a consultas al embajador español en Buenos Aires y se amaga con una ruptura de relaciones diplomáticas.
Lo que no se entiende es esa invitación conminatoria al principal partido de la oposición, el PP, a unirse al espíritu y la letra del mensaje de Albares. Y ese es el punto de aprovechamiento electoralista que ha pretendido hacer el Gobierno (¿Cuándo dejará de amontonar el interés de la institución con el del partido que la gobierna?), coherente con su viejo empeño en trasladar el mensaje de que PP y Vox son la misma cosa.
Es evidente que el episodio le viene bien al PSOE para reactivar a sus desmotivados votantes por la vía de la polarización. Y en este sentido, acierta el PP al denunciar públicamente que Sánchez y Abascal hacen el mismo juego contra Feijóo.
Véase como, mientras el dirigente del PP, Esteban González Pons, coincidía públicamente con el Gobierno en lo que supone la descalificación de Milei, Abascal (Vox) arremetía contra el PP ("derechista cobarde" que colabora con el PSOE en calidad de "socio y culpable").
Tiene razón el PP cuando recuerda que no es consultado por el Gobierno en temas de política exterior (asunto de Estado, al fin y al cabo, que debe implicar a Gobierno y Oposición). Pero eso no debería entrar en el canje de los respectivos agravios en la lucha por el poder.
Y no me refiero tanto a si la mujer de Sánchez es o no corrupta, sino a cuestiones de mayor cuantía. Como, por ejemplo, el concepto de "libertad", que Milei limita a la de los que tienen, con abominable desprecio de los que no tienen.