Cuando María del Pilar Robles Pérez (Ciudad Real, 1994), más conocida como Lapili, actuó hace un par de semanas en el programa La Revuelta, de David Broncano, algunos cayeron en la cuenta de que ella era la de 'Cómeme el donut'. La reminiscencia de la viralidad ha vuelto a su vida y le ha llegado a una artista más madura y con el lanzamiento de un EP lleno de fusión y creatividad
Lapili es una artista singular, marcada por una tenacidad y una sensibilidad que trascienden su obra musical. Su vida y su carrera son testimonio de la versatilidad y la voluntad de una mujer que, a pesar de haber crecido en un entorno humilde, ha sabido convertir las limitaciones en un motor de creatividad. Su nuevo EP, Llanto de Secano, es sólo un reflejo de esa evolución, que empieza desde la infancia y se expande por un camino artístico forjado con esfuerzo, aprendizaje y una profunda conexión con sus raíces. Desde pequeña, estuvo vinculada al arte y la cultura de su tierra natal, Ciudad Real. «De pequeñita estaba ya con la asociación de María José Melero de Coros y Danza», cuenta Lapili, que recuerda con cariño esos primeros pasos sobre el escenario. A partir de ahí, su pasión por el arte fue creciendo, llevándola a explorar la danza, el diseño de moda y la música. «Siempre he sido bailarina; eso es algo que siempre ha estado en mi imaginario», explica.
Se describe a sí misma como «una mujer del Renacimiento», una definición que adopta con humor, pero que describe bien su carácter polifacético. Ha trabajado en la moda, primero con su propia marca y luego en tiendas vintage en Madrid, mientras se abría paso en la música. La historia de su ascenso no es la típica narrativa de fama repentina; fue su dedicación y su capacidad de autogestión las que la impulsaron a experimentar con nuevos formatos. En un momento decisivo, Lapili recuerda cómo el fenómeno viral de Cómeme el donut fue un punto de inflexión en su vida. «Estoy muy agradecida porque gracias a Cómeme el donut yo empecé a hacer música. En ese momento trabajaba de estilista y con mi marca de ropa; fue una canción que no esperaba, pero me hizo coger mi poder», detalla, explicando que esa viralidad la ayudó a dar el paso hacia la música de forma profesional.
Sin embargo, Lapili no se define soló como cantante o como música. Es una creadora completa que emplea todas las disciplinas a su alcance para expresar su arte, porque para ella «el arte es mucho más abierto de lo que pensamos», dice. Para Lapili, cada obra es una oportunidad para conectar con el público desde diferentes ángulos, un enfoque que aplica tanto en sus videoclips como en su producción musical y sus colaboraciones. Lapili ha trabajado con artistas internacionales en Ghana y otros músicos en el Reino Unido, absorbiendo experiencias que han enriquecido su visión artística y le han permitido integrar influencias globales en sus proyectos:«Hay mucho de todo el mundo en todo lo que hago».
raíces. Pero más allá de la amplitud de su carrera, Lapili siente una conexión profunda con su tierra. Después de vivir varios años en Madrid, decidió regresar a Ciudad Real, un cambio que describe como un reencuentro con sus raíces y una manera de equilibrar su vida cosmopolita. «Al final, tengo que ir a París, Nueva York, o donde sea, pero en los momentos que paso en España prefiero estar cerca de la familia y la naturaleza», afirma. Y valora la paz que encuentra en el paisaje manchego y en sus cielos azules. Es en esta calma donde ha descubierto la fortaleza de la cultura local, una fuente de inspiración que ha cobrado vida en su música y su estilo personal.
El valor de su obra va más allá de los logros artísticos, dice. Es una herramienta de sanación, tanto para ella como para quienes la escuchan. «A la vida le pido mucho arte, vivir del arte por y para siempre» expresa, y subraya que su obra no es sólo entretenimiento, sino un espacio de conexión y curación emocional. Su EP, 'Llanto de secano', es un ejemplo de este enfoque y vuelca experiencias familiares y culturales que ha descubierto tienen resonancias en muchas personas. «Hablamos de heridas familiares, de cosas que también he visto en mi propia familia y que se repiten en otros hogares», cuenta, aludiendo a cómo estos temas comunes, a veces no resueltos, forman parte de la herencia emocional de todos.
Lapili ha afrontado desafíos al fusionar el folclore manchego con colaboraciones de artistas de otras culturas, como Colombia y República Dominicana, enfrentándose inicialmente a reticencias de quienes ven la tradición de forma rígida. Sin embargo, ha encontrado aceptación y apoyo en su visión de una tradición viva y adaptada al presente, algo que, como explica, le permite preservar sus raíces al tiempo que innova desde su experiencia internacional. Hoy, mientras compone para otros artistas y trabaja en su propio álbum, Lapili sigue fiel a su esencia: una artista que transforma cada experiencia en un medio de sanación y autenticidad.