El astrofísico alcazareño Benjamín Montesinos Comino explica que el hecho de haber bautizado una estrella con el nombre de Cervantes, con cuatro planetas a su alrededor que desde el pasado mes de diciembre se reconocen como Quijote, Dulcinea, Rocinante y Sancho fue «poner una pica en Flandes». Con ello se repara un abandono histórico, puesto que «varios satélites de Urano (el planeta cuenta con 27) nombran caracteres de obras de Shakespeare», recordó, sin que ninguno de los personajes del manco de Lepanto figurase hasta ahora entre los cuerpos celestes. Con la nueva denominación, el nombre de Cervantes será plenamente aceptable en cualquier trabajo científico o técnico, lo mismo que las denominaciones de sus planetas, insiste.
Montesinos, nacido en Alcázar, es investigador en el centro de Astrobiología del CSIC, que en el pasado fue profesor de las universidades de Oxford (Reino Unido) y Rochester (Estados Unidos). El pasado viernes regresó a su localidad natal para ofrecer una conferencia en la que explicó el proceso que llevó a esta elección.
El impulso inicial para que este ‘bautismo’ astronómico fuera posible surgió de la Unión Astronómica Internacional (UAI), asociación que entre otras funciones es la encargada de buscar las denominaciones para los planetas y estrellas. Hace aproximadamente dos años la UAI lanzó la idea de que «el público en general pudiera dar nombres a 30 estrellas con sus correspondientes planetas», comenta. En este sentido, aclara que hace 20 años, «no sabíamos si existían otros sistemas planetarios salvo nuestro sistema solar», pero en la actualidad ya está suficientemente demostrada «la existencia de planetas alrededor de otras estrellas».
La petición para que uno de estos sistemas llevase el nombre de Cervantes «partió del Planetario de Pamplona con el apoyo de la Sociedad Española de Astronomía, a la que yo pertenezco, y del Instituto Cervantes», matizó Montesinos.
La colaboración entre estas instituciones llevó a proponer para el sistema identificado como Mu Arae, la denominación de Cervantes para su estrella mientras que para sus planetas se plantearon las denominaciones Quijote, Dulcinea, Rocinante y Sancho. La Unión Astronómica Internacional formó una larga lista de sistemas para los que se podían hacer propuestas, pero desde la parte española «escogimos uno que tenía cuatro planetas» puesto que buscaban un sistema que tuviera «un número razonable, con la idea de dar a la estrella el nombre Cervantes y hacer que los personajes orbitaran en torno a su autor».
Además del eco que tuvo en España, esta propuesta también fue muy bien acogida en el extranjero, detalla Montesinos, que recuerda que para este sistema planetario había otras seis propuestas, pero la proposición Cervantes «se alzó con el 79 por ciento de los votos, es decir, obtuvimos la mayoría absoluta, pero es que además, en todos los otros sistemas que se proponían, la propuesta Cervantes fue la más votada» y por tanto «la mejor acogida, tanto en España como fuera». En todo el mundo votaron casi 600.000 personas, y cerca de 40.000 lo hicieron por Cervantes.
Montesinos señala que «este proceso ha durado prácticamente dos años hasta que en septiembre del año pasado se cerraron las votaciones y fue en diciembre cuando se dieron los resultados». En un primer momento, los promotores de este nuevo nombre no se marcaron ningún objetivo porque este método de dotar de nombre a las estrellas a través de una votación «es una cosa totalmente nueva que desde fuera de la comunidad astronómica el público en general elija el nombre para una estrella», cuando lo normal es que lleven el nombre de su descubridor. De esta forma los astrónomos «no teníamos ni idea de lo que iba a resultar de todo esto».
La Asociación Española de Astronomía consiguió dar la proyecto una gran repercusión con apariciones en televisión, pero no sabía muy bien que posibilidades podía tener su propuesta frente a las de otras asociaciones «mucho mejor organizadas».
La estrella Cervantes se encuentra en el otro hemisferio, «si partimos el cielo a partir del Ecuador de la Tierra en dos medias naranjas, quedaría en la mitad sur. Está en una constelación que se llama Ara (El Altar, en latín), una zona muy cercana al centro de la galaxia, muy próxima a una constelación muy conocida, la de Escorpio».
El astrofísico reconoce que los planetas no son visibles desde la superficie terrestre, pero «la estrella no es difícil de ver, incluso es relativamente brillante, con lo que en un cielo oscuro, simplemente con unos prismáticos se puede ver sin ningún problema», aunque dada su posición, no es visible desde España.