Un toledano, impulsor de la Biblioteca Argentina de Ciegos

Carlos Javier Hernández Yebra
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Julián Baquero, nacido en Toledo un 16 de marzo de 1888, fundó el 18 de septiembre de 1924 la institución para arrojar luz a través de la lectura en braille entre las personas con discapacidad visual de Buenos Aires

La institución, que hoy en día sigue activa, nació un 18 de septiembre de 1924. - Foto: BAC

Este pasado mes de septiembre, se han cumplido cien años del nacimiento de la Biblioteca Argentina de Ciegos (BAC). Concretamente, fue el día 18, cuando un toledano ciego, Julián Baquero, junto a otro puñado de invidentes y un oftalmólogo, fundan esta institución para arrojar luz a través de la lectura en sistema braille entre las personas con discapacidad visual grave de Buenos Aires.

Me ha parecido interesante compartir con ustedes esta historia de un oriundo de nuestra tierra, que ha contribuido al impulso de la educación y formación de los ciegos al otro lado del Atlántico, demostrando con su ejemplo que hace más el que quiere, que el que puede.

Julián Baquero, nacido en Toledo un 16 de marzo de 1888, tuvo una salud delicada, sufriendo una discapacidad visual grave que le provocó la ceguera total. Eso hizo, que su familia le llevase a estudiar al instituto de Santa Catalina de los Donados, un centro muy humilde y prácticamente desconocido, ubicado en Carabanchel Bajo, en Madrid. Allí ingresaría hacia 1896, donde rápidamente destacaría por su habilidad por la composición literaria y con la música, demostrando facilidad para tocar el violín.

Estamos hablando de finales del siglo XIX, sin la facilidad de acceso a la información que hoy tenemos, con los prejuicios de la época hacia una persona con discapacidad, sin la legislación de discriminación positiva o de derechos fundamentales y sin las herramientas de apoyo para el acceso a la educación.

Una familia que se encuentra con un hijo ciego, pero que accede a llevarlo a un internado de la época para que reciba la mejor educación posible. Probablemente, pensaban que si adquiría habilidades musicales podría disponer de un medio de ganarse la vida más fácilmente. Eran tiempos, donde los invidentes vivían de la mendicidad, de la música, de rezadores en actos fúnebres, como quiromasajistas, algunos de artes adivinatorias,…  Aún quedaban varias décadas para la aparición de la ONCE.

Sería a finales de la primera década del siglo XX, cuando la familia de Julián Baquero decidió emigrar a la Argentina, impulsados por la salud de su hijo. Un médico les había aconsejado el clima de Buenos Aires, como el más idóneo. ¡Y prepararon maletas!

Fueron hasta Vigo, de donde salían barcos para la capital de Argentina, un trayecto bien largo y pesado, que se complicó al agravarse la salud del joven Julián, pues poco antes de embarcar, sufrió un ataque de neumonía, lo que hizo que la familia viajase dividida, quedándose él y su padre hasta que se repusiera.

Unas informaciones nos dicen que fue en 1909, otras en 1911, cuando llegaron al país sudamericano. Pero el caso, es que ya en tierras de Argentina, Julián destacó por su interpretación con el violín y por su impulso en generar apoyo a las personas ciegas con el uso del sistema de lecto-escritura braille. A mediados de la segunda década del siglo XX, hizo un dúo musical con un pianista compatriota ciego que también había emigrado a la Argentina, Segismundo Talabriz, permitiéndole obtener unos ingresos para vivir dignamente. 

Por esos años, en 1916, funda una entidad de ciegos, La Fraternal, que abandona muy pronto por diferencia con el resto de los integrantes, y que apenas se mantuvo durante unos años.

Su perseverancia en favor del uso del sistema braille como herramienta de acceso a la cultura y al conocimiento por parte de las personas ciegas, así como su solidaridad, le hacen impulsar la creación de la Biblioteca Argentina de Ciegos, que ve la luz el 18 de septiembre de 1924. Institución que hoy continúa activa.

Entre sus estanterías, aún se conserva el primer método codificado de estenografía braille (una especie de taquigrafía que abrevia con signografía algunas palabras, sufijos o prefijos), una gramática de esperanto (un idioma que pretendía la universalidad de las lenguas) y un método de raíz, escritos entre el propio Baquero y su amigo Talabriz.

Pese al estado de salud, que siempre fue muy delicado, y que incluso le llevó a estar cerca de la muerte hacia 1930, siempre tuvo fuerzas para seguir con la causa en favor del impulso educativo de las personas ciegas. Llegó a diseñar una máquina dactilológica en braille, ayudado por su hijo Apolo, llegando a construir unas diez unidades.

Este músico, escritor (publicó novelas, poesía y teatro) y tiflólogo, Sabemos que construyó una familia y que tuvo tres hijos, y que hoy lleva su nombre el Ateneo de la Biblioteca Argentina de Ciegos, en Buenos Aires; así como el Centro de Rehabilitación de personas con discapacidad visual grave en Argüello (Córdoba). Murió el 14 de julio de 1942.

La vida de Julián Baquero fue un camino de solidaridad, tenacidad y resiliencia, en una sociedad sin tantas oportunidades para las personas con discapacidad como es la que vivimos en la tercera década del siglo XXI. Un ejemplo de lucha y superación, que nos demuestra que merece la pena desafiar los obstáculos de nuestro peregrinar. Seguro que muchos invidentes argentinos agradecen su trabajo, ya que el conocimiento guía sus pasos.