La crisis que ha generado el vertido de pélets en la costa de Galicia ha devuelto estos días el foco a uno de los principales problemas ambientales: el plástico que inunda los océanos, la ingesta de este material por los peces y sus posibles consecuencias para el consumidor.
La respuesta a esas preguntas, según se desprende de diferentes estudios científicos, es que sí, es decir, que el ser humano acabaría ingiriendo partículas de plástico y contaminantes que esos materiales llevan de fábrica y también otros que han adquirido en el mar, aunque su peligrosidad podría ser mínima.
En las revistas científicas hay decenas de artículos que explican cómo los pélets -y el resto de fibras sintéticas presentes en el océano- entran en la cadena trófica, porque varios organismos marinos los ingieren, ya sea por accidente o porque los confunden con el zooplancton del que suelen alimentarse.
En la conocida secuencia del pez grande que se come al chico, esos fragmentos van escalando en la cadena alimentaria del mar, pero ¿llegan a nuestra mesa?, ¿los ingerimos, o se quedan confinados en el aparato digestivo del pescado, que normalmente no se consume? En este sentido, tanto el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, como el consejero del Mar de la Xunta, Alfonso Villares, transmitieron un mensaje de tranquilidad a los consumidores al afirmar que no hay «ningún riesgo» para la salud humana por el consumo de pescados y mariscos procedentes del norte de España.
Caballas y lubinas
Pero más allá de una respuesta política, el Instituto de Investigación en Acuicultura Sostenible y Ecosistemas Marinos (Ecoaqua) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria ha querido poner negro sobre blanco sobre este asunto y ha llegado a la conclusión que todavía se necesitan estudios durante períodos de tiempo más largos para evaluar con detalle el efecto de la exposición crónica a los microplásticos en los peces.
A pesar de ello, este centro de investigación, que lleva años trabajando en el proyecto Microtrofic, en materia de microplásticos marinos, sus contaminantes y sus potenciales efectos para la fauna y para el hombre, llegó a la conclusión de que el 80 por ciento de las caballas salvajes que se capturan en las Islas Canarias tienen plástico en el estómago y lo mismo sucede en el 65 por ciento de las lubinas de acuicultura de granjas ubicadas en el mar.
También destacó que el 40 por ciento de la basura plástica de la playa de Famara, en Lanzarote, corresponde a este tipo de micropartículas, que poseen 80 contaminantes diferentes, desde filtros ultravioletas de las cremas solares, hasta restos de pesticidas prohibidos.