El olfato, el secreto del mejor catador

Ana Pobes
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José Andrés Reyes se alzó con el primer premio del Concurso Nacional de Catadores que se celebró en Valdepeñas, lo que supone «un orgullo personal muy grande»

José Andrés Reyes (d), tras ganar el Concurso Nacional de Catadores de Valdepeñas.

Nació en Toledo, y desde muy joven, a José Andrés Reyes siempre le ha gustado el mundo del vino y la agricultura. Ahora se dedica a ellas profesionalmente y se han convertido en dos de sus grandes pasiones. A sus 37 años compagina su profesión de sumiller en una bodega en Toledo con su otra devoción, el campo.

Hace unas semanas, se alzó con el primer premio del Concurso Nacional de Catadores que se celebró en el Museo del Vino de Valdepeñas.  Una iniciativa que organizó la Asociación Jóvenes Amigos del Vino junto con el Ayuntamiento valdepeñero. El segundo galardón fue para Dolores Mazueco y el tercero, para Juan Carlos Ballesteros. En la categoría local, el primer clasificado fue Evelio Alarcón.

Para Reyes, este galardón supone «una gran satisfacción y un orgullo personal muy grande». Competió con otros 38 participantes procedentes de diferentes puntos del país, «profesionales con una dilatada experiencia que llevan toda la vida dedicándose a concursos», por lo que haber conseguido ganarles es un «orgullo». Las pruebas, reconoce, tampoco fueron fáciles. Asegura que los nervios «siempre están ahí». Y más, «cuando ves que estás a la cabeza y hay gente detrás que está muy cerca de ti». Hasta tal punto, enfatiza, que «los tres primeros quedamos empate, y gané por prueba de desempate». 

No es la primera vez que participa en este tipo de concursos en la  región y en la provincia, donde asegura que ganar el concurso de Manchavino es una de las espinitas que tiene clavadas. «Llevo desde los 20 años participando en estos concursos, y a los 21 gané el primero. Fue en Madridejos (Toledo), en un concurso regional de catadores. Participé cuatro años y me llevé dos premios», enfatiza con satisfacción. Pero el de Manchavino aún no lo ha logrado. Lo quiere en su palmarés. «Es el más representativo y la gente se esfuerza más en ese, en conseguir más puntos. Es un concurso en el que nunca falla nadie, siempre hay gente de reserva», señala para recordar después que fue el primer concurso nacional al que se presentó en sus inicios y en el que consiguió un premio, pero «nunca lo he logrado ganar», lamenta. Esa es una de las espinitas que tiene clavada, por lo que le gustaría ganar el primer concurso nacional al que se presentó. En la última edición quedó en el séptimo puesto.

Asegura que el secreto de un buen catador radica en el olfato. «Trabajaba en la báscula de una bodega y al enólogo siempre le trasladaba mi curiosidad por la mezcla de olores y le preguntaba con frecuencia. Un día me propuso que cada vez que llegara un remolque adivinara el grado de la uva y a partir de ahí me animó a presentarme a concursos». La liga regional de catadores, que comenzó en Campo de Criptana, será su próximo proyecto al que espera llevarse también varias satisfacciones. 

Reyes, en declaraciones a La Tribuna, agradeció a asociaciones como la de Jóvenes Amigos del Vino, y a ayuntamientos como el de Valdepeñas su afán por «dar visibilidad al mundo de la labor de los catadores». «Es una forma más de que la gente acuda a este tipo de eventos para aprender», declara, al tiempo que enfatiza que la formación siempre está muy presente en el catador, pues «las condiciones de la uva no son las mismas, y el vino, aunque sea el mismo, cambia de un año a otro, por lo que al final siempre se aprende cosas nuevas». Como sumiller, asegura que no tiene ningún vino favorito, quizás, señala el syrah en tinto, pues «me gusta ir probando  todos, y a todos les saco una cosa distinta».