El arquitecto y colaborador de La Tribuna de Ciudad Real José Rivero es el coordinador detrás del libro Castilla-La Mancha fea (Almud Ediciones). Se trata de un texto que ofrece un recorrido por «las realizaciones, las más conseguidas y las más discutibles, que son muchas, edificatorias y urbanísticas que se han llevado a cabo en la etapa democrática en los territorios de Castilla-La Mancha». Así presenta la editorial este texto en el que participan diez autores, entre ellos arquitectos de las cinco provincias, expertos en paisaje y autores que abordan la cultura desde distintos puntos, como el aumento de los museos que se ha dado o la opinión de quienes nos visitan.
«En el año 2022 Andrés Rubio publica su libro España fea y, a principios de 2023, Alfonso González Calero me mandó un correo y me dijo si lo había leído», explica Rivero. Desde la editorial estaban sondeando la posibilidad de hacer un libro similar y Rivero le respondió no solo con un sí, sino con «una propuesta de trabajo» y de colaboradores para desarrollar el libro. Un texto que el autor califica de «prudentemente pesimista» por la época actual. El propio Rubio «nos ha felicitado» por la obra, que es la primera que se sumerge en el marco de la comunidad, tomando el ejemplo de su libro. «Yo hablé con él al principio y dijo que no había ningún problema, que le parecía bien que denomináramos así el trabajo» y de ahí la edición del trabajo.
Además del título, de la publicación de Rubio se toma el subtítulo, la democracia como periodo a analizar, e incluso la portada, por la similitud entre la que protagoniza, la nacional, el hotel del Algarrobico, en el corazón del Cabo de Gata, pendiente de derribo, y la construcción ubicada junto a Piedrabuena, en el libro regional, que es una mole en un paisaje típico de la provincia.
A partir de aquí, comienzan las diferencias. La primera es que «el libro de Rubio es fundamentalmente de arquitectura y urbanismo». «Habla del desastre de las ciudades, del medio físico, del litoral y toca menos en otras realidades», indicó Rivero. «A mí me interesaba tocar esos aspectos, entendiendo que el fenómeno de fealdad, sin entrar en el debate de filosofía estética, de qué es lo bonito, qué es lo feo, llegaba a muchas estribaciones». En este sentido, Castilla-La Mancha fea no solo recopila urbanizaciones y edificaciones de la región porque considera que la fealdad tiene «otros parámetros que hay que indagar». Un ejemplo es el de las musealizaciones. «Frente a la idea canónica del museo del XIX, ahora el museo se ha banalizado», indica el arquitecto.
Además, la estructura del libro incluye «cinco cartas provinciales, realizadas por arquitectos», a los que se suma la labor de geógrafos, «que dan cuenta de las transformaciones del paisaje». «Toda infraestructura siempre es una mejora, pero las intervenciones en el medio natural se hacen sin tener presente la preservación del medio o la restitución de ciertos valores», de ahí que se quiera abordar cómo se ha tratado al paisaje en la región.
Rivero recuerda que el libro «no es una crítica contra la modernidad», sino sobre «ciertos procesos que se podrían haber encauzado de otra manera». Ejemplos de esa fealdad aparecen en la portada del libro, «un edificio en mitad del paisaje que lo rompe, que ni siquiera está acabado». «En el año 2012, después del boom, se inician una serie de estudios en torno a los cadáveres inmobiliarios, edificios zombis...» y ahí se cita también al Reino de Don Quijote, que «no ha llegado a dejar un esqueleto», o «el centro de interpretación del aeropuerto». Son esas «megalomanías inmobiliarias que adornan la geografía regional» y que también tiene ejemplos en Toledo, con el Quijote Crea, que busca reconvertirse en sede de las Cortes, o el centro de recepción de turistas, que ahora es una escuela de arquitectura de manera provisional. «La portada resume justamente ese disparate».
El coordinador se protege de las posibles críticas al dedicar un libro a la Castilla-La Mancha que no se quiera ver, explicando que el libro no va de ir contra los movimientos identitarios. «La gente valora lo propio por encima de cualquier otra realidad» y, en este sentido, «para restañar heridas, primero hay que identificarlas, hay que conceptualizarlas y decir, esto es lo que hay». «Sé que el libro tiene probablemente una comprensión difícil en algunos sectores de la sociedad, porque es como tirar piedras contra nuestro propio tejado, pero es un ejercicio razonable de valoración y señalar las responsabilidades». Entre ellas, las de la Administración y la sociedad civil. «Esto concierne a todo, y todos podemos ser responsables en mayor o menor medida de estos fenómenos».
En este sentido, el arquitecto se pregunta qué «fragmentos de la ciudad contemporánea en el siglo XX podríamos asumir como patrimonio que legamos a la posteridad». «Es una pregunta que queda abierta y habría mucho que pensar».