Increíble, pero, ay, muy cierto que Carles Puigdemont, el bi-fuguista que quiso semejarse a Houdini, siga manejando por control remoto la política española. Que ya se admita abiertamente que el 'número tres' del PSOE, y seguramente aspirante a seguir siéndolo tras el congreso de este partido a finales de noviembre, Santos Cerdán, ha vuelto a viajar a Suiza para entrevistarse con el ex president de la Generalitat que protagonizó la escapada más famosa de la historia, me parece un despropósito: nos acostumbramos a admitir como normal lo que es profundamente anormal. Y casi, en pura teoría política, amoral.
El problema no es que desde el partido que sustenta al Gobierno de Pedro Sánchez se viaje en peregrinación a ver al fuguista para tratar de garantizar sus siete votos en el Congreso, que yo creo que el Ejecutivo central ya los tiene perdidos; el verdadero problema es que se admita a alguien como Puigdemont, que ha faltado tantas veces a su palabra y que es el peor enemigo que tiene el Estado, como interlocutor político válido, y temo y sospecho que no es el PSOE el único que va a unos encuentros, ejem, 'comprometidos'.
Negociar a dos bandas, con PSOE y con PP -estos últimos mucho más 'discretos' en cuanto a sus contactos-da a la figura escasamente moral de Puigdemont una fuerza que ni él ni su cuarteado partido merecen. De la misma manera que un país como España, que por cierto es un gran país muy mal gestionado por quienes nos representan, no merece fiarlo casi todo al 'placet' de un huido de la justicia, que, lejos del menor patriotismo, lo único que hace es procurar, a base de chantajes, una mejora personal en su estatus.
Santos Cerdán, sobre quien pesan feas acusaciones con respecto a vigilancia no autorizada contra jueces y periodistas -es algo que solo conozco, lo admito, por informaciones periodísticas que me parecen fiables--, tendría que dejar muy claro, de forma veraz, que es ajeno a tales manejos. También tendría que aclararnos a los ciudadanos en qué consisten sus conversaciones con Puigdemont y su círculo, que solo busca independizarse unilateralmente de España. O, ya que estamos, hablarnos sobre lo que conoce del 'caso Koldo', que esa es otra. Y, si no lo hace, creo que de ninguna manera podría una figura tan silente, y ahora tan polémica, como la suya quedar revalidada en el 41 congreso federal socialista como uno de los personajes más influyentes y poderosos del partido que gobierna en nuestro país.
España necesita, sí, una regeneración de su política. En muchos sentidos. No diré más, que luego pasa lo que pasa.