En Ciudad Real, el costalero no es un concepto nuevo. Es historia, es oficio, es herencia. Nace, lo que se entiende como costalero debajo de un paso, que se tenga constancia, en 1915 o 1919, cuando varios hombres se metieron, por primera vez en Ciudad Real, bajo un paso: el del Cristo del Perdón y de las Aguas, vulgo de Las Tres Cruces, y lo fue durante los años 40 y 50, cuando, por ejemplo, los 48 costaleros asalariados llevaban a hombros, por debajo, al Cristo de la Piedad. Pero hoy, más de un siglo después, el debate no está tanto en cómo se carga, sino en quién lo hace y bajo qué condiciones. La evolución ha sido enorme, y con ella han llegado las tensiones. Hoy, el papel del costalero se debate entre la devoción, el compromiso, la afición y una creciente exigencia desde las hermandades de Semana Santa.
«No a los hermanos costaleros», dice con rotundidad Alberto Donaire, capataz de pasos de gloria como el de la Virgen del Carmen o el de la Virgen de la Cabeza. «Yo quiero hombres costaleros, no personas obligadas a ser hermanos, prefiero cuadrillas serias, comprometidas, aunque no tengan el número de hermano». Donaire lo tiene claro: lo prioritario es sacar el paso a la calle, no llenar fichas en el libro de la cofradía. «Pedir una papeleta de sitio de 10 o 15 euros no me parece mal, pero no puedes condicionar la cuadrilla a eso», afirma.
Esa visión pragmática y aficionada contrasta con la de otros capataces, como Jesús Muñoz, del paso de misterio del Prendimiento, que defiende que el costalero debe ser también hermano. «No se trata solo de coger el costal y ya está, es implicarse en la vida de hermandad: cultos, actos, convivencias», dice. Va más allá, para él, «si tanto se quiere a los titulares también debemos sentir como nuestra la hermandad que los acoge».
Costaleros del Santísimo Cristo de la Piedad el Viernes Santo - Foto: J.M.BeldadJosé María Pastor, que manda los palios de la Soledad y el Consuelo, así como los pasos de Jesús Nazareno y el Cristo de la Piedad, intenta mediar entre posturas: «Lo ideal es que el costalero sea hermano y tenga afición, pero muchas veces se hacen hermanos sólo para sacar el paso y luego se van». Y ahí, según Pastor, está la clave: «Hay que hacer que se sientan bien dentro de la hermandad para que así se queden». La disparidad de opiniones es reflejo de una realidad compleja en el mundo costalero ciudadrelaeño. No todas las hermandades pueden permitirse el lujo de elegir. Como recuerda Mar Culebra, capataz del Perdón y una de las pocas mujeres de este mundillo en Ciudad Real, «hay pasos que tienen serias dificultades para completar cuadrilla y si además exiges ser hermano, no haces ni media». En su cuadrilla hay costaleras hermanas y no hermanas, «y el compromiso es el mismo». Culebra habla de la evolución del papel de la mujer y la importancia de facilitar el acceso. «La papeleta de sitio en mi hermandad son 8 euros, es una ayuda simbólica, por lo que no creo que haya un aprovechamiento económico», cuenta.
Pero el provecho económico sobrevuela el debate. ¿Se benefician las hermandades económicamente de los costaleros hermanos? Algunos lo niegan, otros lo matizan. Jesús Torres, capataz del misterio del Descendimiento, habla sin rodeos: «El límite está en el abuso, si al costalero le exiges ser hermano, papeleta de sitio, ir a ensayos, cultos, vender papeletas de sorteos y loterías, y encima le haces pagar más que al nazareno, entonces estás abusando», relata. Y pone un contrapunto, «porque si ese grupo de costaleros se cohesiona, se implican, opinan, y votan en las hermandades… ya no gustan, y entonces las juntas directivas lo rompen». Torres lanza una crítica directa a cierta "hipocresía" desde las hermandades: «El costalero no puede ser sólo un privilegiado cuando interesa, hay que respetar su trabajo y darle el lugar que merece», sentencia.
Juanjo Laín, al frente del palio de la Esperanza, es más conciliador: «Prefiero costalero con casta, afición y devoción, y si además es hermano, mejor». Aunque para Laín «lo importante es que sepa dónde va y lo dé todo, porque seamos serios, la fe mueve montañas, pero muchas veces la fe no mueve los pasos». Lo cierto es que la relación entre hermandad y costaleros no siempre ha sido sencilla. En los años 80 y 90, cuando se trae el costal en Ciudad Real gracias a figuras como Marcelino Abenza y Juan Carlos Naranjo, se vivía un entusiasmo contagioso que, por lo menos, llenaba las trabajaderas. Hoy, muchas cuadrillas se llenan y crecen gracias a personas que, simplemente, «aman este mundo y son aficionados». Y no siempre coinciden sus amores costaleros, donde se sienten realizados en el oficio, con su nómina de hermandades.
Ensayo de costaleros en la Cuaresma de este año - Foto: Rueda VillaverdeAfición. Jesús Muñoz lo advierte: «Cuando hay demasiados costaleros que no son hermanos, falta sentido de pertenencia. Sacan bien el paso, sí, pero no comparten los momentos importantes del año. Y eso se nota». Frente a eso, Pastor insiste en que el compromiso no depende del número de hermano, «porque hay costaleros que son hermanos y pasan desapercibidos, y otros que no lo son y están en todo». Añade, además, que «el que es un jeta, lo es con o sin ficha, y aquí lo importante es ser honesto con tu trabajo debajo del paso».
Culebra refuerza esa idea, porque ella no ha notado diferencia, es más, añade que «las que no son hermanas a veces son incluso más participativas, porque la hermandad se construye desde abajo, no desde la cuota», comenta. La realidad en Ciudad Real es que muchas cuadrillas funcionan gracias a un equilibrio quizás frágil: una mezcla de hermanos fieles y devotos, costaleros veteranos que van donde se les necesita y jóvenes que descubren el mundo del costal como una experiencia de vida y que deviene en una afición. En ese escenario, algunos capataces como Jesús Torres defienden que no se puede imponer una única forma de ser costalero. «La práctica hace al costalero, y muchos aprenden saliendo en varios pasos, si les obligas a ser hermanos de todos, no salen, y sin ellos no habría procesiones como las conocemos», reitera.
El debate sigue abierto. ¿Debe primar la fe, la técnica, la entrega? ¿Es justo exigir compromiso sin ofrecer pertenencia? ¿Se puede ser costalero sin ser hermano, y hermano sin ponerse el costal? ¿La devoción se presupone? ¿Hay un devocionómetro? Hay hermandades que a duras penas pueden llenar sus pasos si no es con favores. Otros pasos se ven abocados a las ruedas, aunque cada vez menos. ¿Es una consecuencia inherente que cuando hay gente estable en una hermandad, se empiecen a poner cada vez más condiciones?
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Ensayo de costaleros en la Cuaresma de este año - Foto: Rueda Villaverde
Ensayo de costaleros en la Cuaresma de este año - Foto: Rueda Villaverde
Ensayo de costaleros en la Cuaresma de este año - Foto: Rueda Villaverde
Quizá, como dice Pastor, la respuesta esté en construir hermandades que integren de verdad. «Que el costalero quiera quedarse, no que se le obligue a entrar, y así no hará falta distinguir entre hermano costalero o costalero hermano, porque serán, simplemente, parte de la hermandad». Entre trabajaderas, cultos, ensayos, tertulias y papeletas de sitio, Ciudad Real sigue caminando hacia una Semana Santa en la que el mundo de abajo no sólo sostiene los pasos, también las convicciones.