El Observatorio Contra las Agresiones de la Organización Médica Colegial (OMC) registró durante el año 2023 un total de 17 agresiones en la región, 769 agresiones en todo el país, lo que supone que cada día dos médicos en España sufren violencia y sitúa la cifra total desde 2011 en 7.261 agresiones. Victoria Muñoz se convirtió en una «psiquiatra de verdad» cuando un paciente la tiró al suelo y la molió a patadas en 2020, lo que le hizo coger miedo a su trabajo y, lo que es peor, sentir «vergüenza» por tenerlo. «No somos superhéroes, somos personas, tenemos angustia y ansiedad», clama.
«Estamos vendidos, no tenemos ni siquiera un detector de metales para entrar en urgencias», ha lamentado esta psiquiatra de Ciudad Real este lunes en Madrid, durante la presentación de los datos de agresiones a médicos de 2023.
Victoria, una de las «afortunadas del 2020», no ha podido contener las lágrimas al rememorar el episodio que la ha llevado a necesitar «mucha terapia con la psicóloga».
«Yo tenía una jefa que decía que hasta que no te pegaban no eras un psiquiatra de verdad. Es una sensación de impotencia», ha comenzado. A ella el bautizo le llegó en lo peor de la covid-19, cuando las visitas estaban restringidas.
Un día se presentó la madre de uno de sus pacientes. «Negociamos con ella, que pasara a darle un beso y después se iba. Cuando fui a comunicárselo al paciente, no me dio tiempo, me pegó un puñetazo, me tiró al suelo. Entonces empezó a darme patadas en la cabeza y en las costillas».
Procede de una familia de guardias civiles, pero en ese momento solo fue capaz de hacerse «una bolita» y esperar a que «acabara pronto». «Te quedas en blanco. No sabes reaccionar», insiste emocionada. Tan solo acertó a decirse: «Me van a matar en una guardia y no voy a ver a mi madre».
Fue gracias al resto de los pacientes de la planta de Psiquiatría que paró: «se abalanzaron contra él; mi compañera me cogió de la bata, me arrastró como pudo por el suelo, ayudándome, diciéndome que no pasaba nada, que íbamos a llamar a la policía».
Acabó su guardia y al día siguiente fue a denunciar lo sucedido a la Policía Nacional y al colegio de médicos. Todo iba más o menos bien hasta que a las dos semanas empezó a sentirse mal, con un dolor que pensó que podían ser gases.
Pero claro, aunque en la agresión Victoria se hizo «el bicho bola, el bicho bola te deja siempre la frente y las costillas descubiertas». En concreto, tenía dos rotas, que la mantuvieron entre 15 y 20 días de baja.
Reincorporarse fue «horrible». «Las pesadillas, el miedo antes de ir a una guardia... El busca siempre es algo perturbador, pues cuando te sonaba de madrugada ya era horrible, la sensación de que pesaban las sábanas...».
A su jefe le decía: «Si no puedo trabajar de psiquiatra, ¿qué hago?». «Me sentía una inútil, me daba miedo mi trabajo, me daban miedo mis pacientes. En una de las guardias al poco tiempo se agitó uno muchísimo. Empecé a llorar», recuerda.
Y ese llanto le llevaba a sentir «vergüenza». «En la pandemia nos dieron el papel ese de superhéroe. Y no somos superhéroes, somos personas, tenemos miedo, tenemos angustia, tenemos ansiedad», enfatiza.
Aún quedaba el juicio, en el que su defensa reclamó una orden de alejamiento, pero la magistrada le espetó que tenía que atender al paciente porque de lo contrario, la que incurría en un delito era ella.
El proceso se saldó con una condena a 6 meses de prisión, «a la cual no va a ir», y una multa, que «no va a pagar por declararse insolvente». Lo peor de todo es que «hace dos sábados lo iban a mandar a urgencias otra vez».
«Aunque se pase mal»
«Parece que eres psiquiatra y tienes que aguantar todo, insultos, amenazas. Ciudad Real es muy pequeña. Da mucho miedo denunciar porque nos conocemos todos». Pero Victoria cuenta precisamente todo esto para que todos los compañeros que se han visto en su situación denuncien, «aunque se pase muy mal».
«Nadie, nadie debe de morir realizando su profesión. Nadie», ha enfatizado Emilio, viudo de la doctora Eugenia Moreno.
Esta noche se cumplen 15 años del asesinato a tiros de su mujer a manos de uno de sus pacientes mientras trabajaba en el centro de salud. Aquello cambió algo: «hubo una mirada de otro tipo, desde el personal de seguridad y la distribución de las consultas» a la concienciación por parte de la ciudadanía.
Pero falta que el Ministerio de Sanidad, o los gobiernos autonómicos, compartan también esa nueva mirada: «no quisiera decir, porque a lo mejor no es la palabra correcta, dejación de funciones, pero las competencias transferidas deberían de revisarse», ha concluido.