Los campos sembrados de cereales dibujan una de las estampas más características de los paisajes ciudadrealeños desde la primavera hasta prácticamente el mes de julio, cuando las cosechadoras recogen la siembra y dan forma a las grandes pacas de paja que quedan por un tiempo en las parcelas. Detrás de esta imagen hay un gran esfuerzo por parte de los agricultores, un esfuerzo que en los últimos años se ha visto acrecentado por el incremento, «cada vez más», del precio de los insumos, como los fertilizantes, lo que ha ido poco a poco comiéndose parte de la rentabilidad del cultivo.
Así lo indicó a La Tribuna desde Asaja Ciudad Real su gerente, Agustín Miranda, que expuso a este diario que, si bien «esta campaña ha sido mejor que la del año pasado, porque el pasado veníamos de una sequía fuerte, los precios del cereal están yendo a la baja de una forma paulatina, pero constante». Esto supone, según el gerente de la organización agraria, que «la rentabilidad del cultivo va disminuyendo y cada vez hacen falta más kilos por hectárea para pagar los gastos».
El resultado de ello es que «las parcelas más pobres y menos fértiles han dejado de ser rentables», lo que ha derivado en un trasvase hacia otros cultivos que se ven con más posibilidades de futuro, como ha sido el caso del pistacho o el olivar en los últimos años, en los que el precio del aceite de oliva ha estado por las nubes.
Miranda comentó que, por ejemplo, si un agricultor tiene entre 600 o 700 euros de gastos por hectárea, necesita unos ingresos de unos 200 euros por tonelada, de manera que requiere de «unos 3.000 kilos por hectárea para que sea rentable, si no, estaría perdiendo dinero».
Desde Cooperativas Agroalimentarias de la región, el portavoz de Cultivos Herbáceos, José María Ciudad, indicó que «el cereal es rentable, lo que ocurre es que hay otros cultivos más rentables, que son los que buscan los agricultores», dijo confirmando esa tendencia de los agricultores a dejar atrás el cereal y decantarse por leñosos.