Francisca López nació en Manzanares, pero por circunstancias de la vida recaló en Valdepeñas, donde nació uno de sus tres hijos. En la ciudad del Vino, donde lleva viviendo más de 50 años, formó una familia y ha sido aquí donde ha vivido muchos de los momentos de su vida. Uno de ellos es el reconocimiento que le ha hecho el pueblo y el Ayuntamiento otorgándole este año el título de hija adoptiva, distinción que recoge con «orgullo y mucha alegría». «Valdepeñas me ha dado mucho», reconoce. Por ello, no es de extrañar que lleve a Valdepeñas «siempre en el corazón». «La siento como una parte mía, y ser hija adoptiva es una de las mayores satisfacciones», enfatiza.
Emocionada y agradecida por esta distinción, recuerda, en declaraciones a La Tribuna, cómo el destino ha querido que Valdepeñas haya protagonizado parte de su vida. Su marido, ferroviario de profesión, ahora ya jubilado, tenía asignado Tarragona como destino, pero «siempre quisimos acercarnos a nuestra tierra». Así, tras residir varios años en Madrid llegó el momento del traslado a Valdepeñas. Fue una gran noticia. «Aunque él siguió moviéndose por varios lugares, la familia se quedó estable en Valdepeñas», recuerda con cariño. «No renunciaré al lugar donde nací. En Manzanares abrí los ojos por primera vez, pero mi vida transcurre en Valdepeñas. Amo, quiero y siento a esta ciudad, donde llegué siendo muy joven. Valdepeñas se hace querer y la queremos mucho», declara.
«Valdepeñas me ha dado mucho, pero evidentemente yo también he dado mucho a Valdepeñas», comenta la galardonada, quien recuerda su lucha a lo largo de estos años en sectores como la educación, donde López empezó a colaborar en las Ampas en el año 1976. Aquella época, apunta, solo era de madres, y «aportábamos iniciativas para configurar el libro blanco de la reforma educativa, que se hizo público en el 82».
A partir de ahí, saltó a la política. «Un mundo totalmente desconocido», reconoce. «El director del IES Bernardo de Balbuena, Herminio Ureña, me propuso la idea de ir en las listas municipales por el PSOE. Y la acepté. Siempre he tenido inquietudes políticas», recuerda. Fue teniente de alcalde en el año 1991 y formó parte de las ejecutivas local y provincial. Aunque por aquella época, «la incorporación de la mujer a la política fue difícil». «Los hombres no nos aceptaban y existía esa sensación de que les ibas a quitar el sitio. Ahora, todo es distinto», señala. Años más tarde, se convirtió en senadora.
Asegura que una de sus inquietudes ha sido el movimiento ciudadano, y eso le llevó a constituir las asociaciones vecinales y los colectivos sociales. Atrás dejó la política y en la actualidad forma parte de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) y preside la Asociación de Vecinos del Centro: «Dejé aquella parte de mi vida y continué con el movimiento social», señala en declaraciones a La Tribuna. Y por todo ello, recogió su distinción de hija adoptiva el pasado viernes, 6 de septiembre, en un acto institucional que se celebró en Bodegas A7, y en el que tuvo muy presente a su familia, sobre todo a su padre, quien ha sido su espejo.
«Cuando salí senadora y prometí la Constitución fue una emoción tremenda». En aquella ocasión, relata, me acordé de Valdepeñas, pues fue el pueblo quien «me dio la oportunidad». Una sensación, asegura, que volvió a vivir hace unos días, cuando recogió el título de hija adoptiva, y donde volvió a tener también muy presente a Valdepeñas, pues «aunque ha sido el Ayuntamiento quien ha tomado la decisión, también ha sido en cierta medida gracias al pueblo, a sus vecinos». «Percibo una relación personal con los vecinos que es muy bonita», sentencia emocionada.
Un reconocimiento que dedica a Valdepeñas, por todo el cariño que le ha trasladado, pero también a su familia, quien le ha apoyado todo este tiempo. «A Valdepeñas la quiero, la siento y la llevo siempre en el corazón», subraya la hija adoptiva de este año.