Según el diccionario de la Real Academia, el trapío hace referencia al aire garboso y la buena planta y gallardía del toro de lidia, a la codicia con la que acomete. Y lo traigo aquí porque ante el panorama degradado y degenerado de la política actual, trapío es precisamente lo que necesitamos. Trapío. Codicia para acometer lo que nos espera en este largo e imperturbable periplo ominoso de la política española. Trapío como actitud, como terapia de enfrentamiento y acción colectiva ante la barbarie y el salvajismo.
Trapío para acometer la clara predisposición de Sánchez, sin ir más lejos, a cambiar la ley de amnistía para ofrecer plenas garantías a Puigdemont y despejarle las dudas que le puedan quedar, hoy mismo en la comisión de Justicia del Congreso, para asegurarle que todos los independentistas queden amnistiados, dándoles amparo respecto de los casos de terrorismo mediante la perversa y adecuada tergiversación que sea precisa para intentar que la norma no choque con la Justicia europea.
Gallardía, sin perder la compostura, la que debemos mantener ante los entresijos de Puertos del Estado, el Ministerio de Interior, el Servicio Canario de Salud, el Servicio de Salud de las Islas Baleares y el Instituto Nacional de Gestión Sanitaria. Garbo para tragar la bazofia, la basura, la inmundicia, los excrementos, las heces, las deposiciones, la defecación, la deyección y la boñiga del caso. Del caso de lucrarse durante y a costa de la pandemia y el confinamiento. Trapío. Trapío para acometer de pie y activos las andanzas presuntas de Air Europa, Delcy Rodríguez, Víctor de Aldama, Carlos Cueto, Koldo García, Juan Carlos Cueto, Iñigo Rotaeche, José Luis Rodríguez García, Patricia Uriz, Joseba García, José Ángel Escorial, Israel Pilar, Daniel Sierra, José Luis Ábalos, Francina Armengol, Jacobo Pombo, Luis Alberto Escolano, Begoña Gómez.
De nuevo, y llueve sobre mojado, hallamos la prevalencia del lucro personal sobre el servicio social y colectivo. La trampa, el engaño, la mentira, el populismo, la avaricia y la escoria frente a la virtud y la honestidad. Trapío. Para asumir que el ejercicio democrático ha perdido su esencia, sus valores y su raíz. Se trata del salvaje ejercicio del poder a ultranza, sin preparación intelectual, sin la mínima catadura moral y vocacional para ocupar cargos públicos.
Y especial ánimo y valor a los afectos, a los militantes honestos, a los adscritos, a los devotos, apasionados y adoradores, para que en algún momento puedan dejar de impulsar a esa morralla canallesca allá donde se detecte mínimamente. Mucha fuerza para dejar de endiosarlos. Trapío también a ellos, para que puedan dejar de autorizar a esta patulea infecta de chusmaje, que no hacen otra cosa que desvirtuar el sentido de la política y la democracia.
Trapío, coraje, valentía, arrojo para todos, que no mansedumbre ni cobardía. Que la democracia está fracturada, debilitada, y hemos perdido el norte.