Andan diciendo los sanchistas que en las elecciones de Galicia, en el batacazo que se han llevado en Galicia, no tiene nada que ver la amnistía.

Esos sanchistas de lealtad absoluta a su líder, que repiten los argumentarios que reciben diariamente, explican, para cargarse de razón, que el BNG ha tenido el mejor resultado de su historia, y, sin embargo, apoya la amnistía. Es verdad, el partido de Ana Pontón apoya la amnistía, pero una cosa es un partido que se pronuncia a favor de la amnistía y otra muy distinta ser el partido que promueve esa ley. Y no lo hace por un afán de misericordia infinita hacia políticos que defienden sus ideas con iniciativas que chocan o pueden chocar con las leyes y con la Constitución, sino que el motivo que ha llevado a Pedro Sánchez y sus incondicionales a poner en marcha los mecanismos necesarios para que se apruebe la ley, es conseguir que los independentistas le presten sus votos para continuar en la presidencia del gobierno aunque no ha ganado las elecciones.

Esta historia de la amnistía no va de convicciones, sino de conveniencia. Y los gallegos, más allá de su ideología, de su formación, de sus simpatías por determinadas siglas o por determinados candidatos, saben como millones de españoles más que la aprobación de esa ley, tan polémica, no tiene más objetivo que el apuntado: comprar los votos que necesita Sánchez para seguir siendo presidente de gobierno. Y saben más: que el precio que está dispuesto a pagar es total, sin límites, aunque antes de quedar en situación precaria el 23 de julio, presumía de que no pararía hasta traer al prófugo para que respondiera de sus delitos ante la justicia española.

Tienen, por tanto, razón los sanchistas cuando insisten en que no hay relación entren la amnistía y el voto gallego. Pero sí tiene relación que esa ley ha mostrado a toda España, incluidos gran parte de gallegos que en otras ocasiones han votado PSdeG-PSOE, la cara real del presidente de gobierno. La peor cara, la que más hiere a los españoles que desean que sus políticos tengan palabra, no mientan y no se humillen aceptando condiciones inaceptables de personas que se fugan para escapar de la acción de la justicia.

Millones de españoles se sienten avergonzados de un jefe de gobierno que baila al son que le marca un prófugo que desde un palacete costeado con dinero español chantajea a un presidente para que dé luz verde a sus exigencias. La última, que el parlamento catalán haya iniciado la tramitación de una ley que permita declarar unilateralmente la independencia. Un golpe de Estado en toda regla. Que se ande con ojo Pedro Sánchez, no vaya a encontrarse con una demanda por traición.

Más que la amnistía, el castigo a Besteiro fue porque era el candidato de Pedro Sánchez. Y, hoy, infinidad de españoles quieren que acabe la pesadilla de contar con un presidente sometido a lo que disponga Puigdemont.