Dos maneras de terminar con el paro. La primera creando riqueza apoyando a los empresarios para que generen puestos de trabajo con su ambición y tener valor añadido para cobrar más impuestos y conseguir mejoras sociales. La segunda, que es lo que viene haciendo la izquierda, es contratar ingentes cantidades de funcionarios y personal a dedo, asesores que no asesoran, subvenciones a unas llamadas 'asociaciones' de toda índole, asustar a los empresarios que se van a otros países donde son mejor tratados, y en definitiva derrochar los impuestos sin generar valor añadido.
En los países donde se premia a los empresarios, EE.UU., Inglaterra, Alemania, el paro prácticamente no existe. Hay un 4% de paro que es ese que nace cuando alguien se está cambiando de trabajo. Un camarero en EE.UU. cobra 4.000 € porque hay más empresas que trabajadores, y por tanto para captar un trabajador los empresarios no tienen más remedio que subir los sueldos. Es la fuerza de la gravedad. En los países donde se usa la otra técnica, Cuba, Venezuela, Corea del Norte, etc., el Estado no hace más que contratar personas que le apoyen o pagar subsidios a la gente que no trabaja como pasaba en Argentina. Como no se crea valor añadido, como se asusta a los que quieren ser emprendedores con impuestos y con limitaciones, todos esos países nadan en la pobreza y la gente con ingenio y con ganas de prosperar se va a buscar nuevos horizontes, con lo que se quedan con lo peor. El mensaje de que la izquierda protege a los obreros, como cuando se decía «eres más tonto que un obrero de derechas», es un mensaje falso y manipulador.
Con el fracaso económico del socialismo, los partidos de izquierdas se han tenido que ir a refugiar en mensajes que no son realmente de izquierdas, como el ecologismo, que no tiene color, o el feminismo radical. Así se entiende que un ecologismo mal interpretado esté derrumbando pantanos y presas o prohibiendo las centrales nucleares que son absolutamente seguras y que generan una electricidad más barata que la que se ofrece a los ciudadanos a base de subvenciones.
El problema siempre ha sido que en la derecha no tiene mensaje. Nunca pone en valor sus logros. La izquierda aprovecha hasta el último resquicio para acusar a la derecha de cualquier cosa. Recordemos el Prestige, como ahora los pellets de plástico. La izquierda gallega cuando el Prestige inventó la frase de «nunca más», cuando el que menos culpa tenía del desastre del Prestige era el gobierno de Aznar, igual que ahora los pellets, donde toda la izquierda pretende apoyar su campaña gallega en echarle la culpa a quien no la tiene, puesto que los pellets proceden de un contenedor que se cayó en aguas portuguesas sin intervención de la Xunta para nada. Todo empezó con Stalin, que aprovechando que había ganado la segunda guerra mundial, eso sí con 15 millones de muertos, inventó la frase de «todos contra el fascismo».
Todavía estoy esperando un mínimo ingenio de los partidos de derechas que hagan una frase así. También ocurrió con la publicidad de la revolución rusa, que adoptó un gran himno para que le representase, como la Internacional. Mucho llevarse la mano al pecho de emoción y mucha pobreza encubierta.