La despoblación del mundo rural tiene nombre de mujer, o eso al menos es lo que indica la estadística municipal del INE, donde las ciudadrealeñas se concentran, cada vez más, en el mundo urbano, dejando el rural, atraídas por la posibilidad de encontrar empleo. Como muestra basta con comparar las estadísticas de la provincia echando la vista atrás a las últimas dos décadas. En 2023, las mujeres eran mayoría en 27 municipios y en 1996 lo eran en 61, teniendo en cuenta que el porcentaje de población femenina sobre el total se han mantenido inalterado en ese tiempo. Las mujeres han migrado a los municipios de mayor tamaño o cabeceras de comarca, atraídas por las oportunidades del sector servicios. Ellas son más en los seis municipios más poblados: Ciudad Real, Puertollano, Tomelloso, Alcázar de San Juan, Valdepeñas y Manzanares y ellos son más en los 18 pueblos más pequeños, desde Villar del Pozo a Arroba de los Montes.
Y el empleo es la causa de esa migración. Casi uno de cada cuatro contratos firmados por mujeres el año pasado fueron para trabajar en la capital. Aquí hubo más empleo que en los 78 pueblos más pequeños de Ciudad Real, los de menos de 5.000 habitantes. Municipios donde, además, el empleo femenino cae.
La repercusión se nota a pie de calle. En 1996, en las 60 localidades más pequeñas de Ciudad Real había más mujeres que hombres en casi la mitad, en 26. Ahora apenas hay más mujeres que hombres en 11. Pero también hay cada vez menos mujeres en los pueblos más grandes. Hace dos décadas las ciudadrealeñas eran mayoría en 18 de los 20 municipios más poblados. Hoy lo son en solo nueve. Se han marchado a las grandes ciudades de la provincia.
Natalidad.
«Dos de cada tres personas que abandonan el mundo rural son mujeres», indicó la presidenta de Afammer, Carmen Quintanilla. «Son mujeres en busca de un proyecto de futuro, y el proyecto de futuro es el empleo», señaló, preguntada por estos datos y que corroboran esa visión del empleo como la clave tras la concentración de las mujeres en el mundo urbano. «La inmigración se produce mayoritariamente en mujeres jóvenes y mujeres de mediana edad que buscan una salida en el medio urbano», indicó la presidenta de Afammer, quien dijo que es necesario «un gran pacto entre lo rural y lo urbano» para romper esta tendencia.
Estas cifras conllevan, además, un efecto dominó. Si las mujeres se van de los pueblos, se llevan a sus familias normalmente, y con ellas la posibilidad de que nazcan vecinos en esos municipios. «Lo que tenemos que hacer es promocionar el emprendimiento de las mujeres rurales para que haya familia en el medio rural». Como ejemplo, con los datos de 2023, solo dos de cada diez contratos agrícolas lo firmaron mujeres, mientras que la cifra crece a tres de cada diez, en el ámbito industrial, lo que implica que allí donde hay industria, las mujeres tienen más opciones de contratación, al igual que ocurre en el medio urbano, gracias al sector servicios, donde seis de cada diez contratos son femeninos.
«Cuando una mujer se queda en el medio rural, se producen alrededor de ella 300 sinergias», afirmó Quintanilla, señalando algunas como que «hay asentamiento de población, hay hijos o se demandan servicios públicos», como mejores colegios o servicios sanitarios, que implican mejoras de empleabilidad en el municipio. «Además, esa mujer se va a convertir en referente de otras mujeres que quieran emprender en el medio rural», porque «sin mujeres hay envejecimiento, masculinización y el pueblo se muere».