Anunciaban una feria por todo lo alto, y era la primera vez que la responsabilidad de su organización era enteramente del Gobierno de PP y Vox, ya que el pasado año solo tuvieron que lanzar la programación diseñada y cerrada por el pasado Gobierno socialista, y finalmente sí que han marcado la diferencia, con una de las ferias más pobres que hemos visto en Socuéllamos en muchos años. Y eso, pese al exagerado gasto que ha salido del bolsillo de todos los socuellaminos y socuellaminas, incrementando considerablemente el gasto en feria y fiestas.
Empezando por la mala planificación y la cabezonería de cambiar las fechas para garantizarse un paseíllo de gloria que resultó ser una caminata desangelada en un ferial a medio componer: con muchos feriantes sin llegar a esa supuesta inauguración oficial de una feria que acabó mucho antes de lo previsto, con una desbandada general de casetas y atracciones antes que nunca, dejando la feria en apenas tres días reales para todos.
La poca implicación y la falta de trabajo del equipo de Gobierno, en especial de la concejala del área, Salomé Carrión, ha hecho que los actos programados carecieran de planificación alguna, y dejaran en su mayoría un espectáculo de butacas vacías y público en retirada por la inadecuada programación y coordinación entre espacios y adecuación al público al que se dirigían. Mención aparte merece el concierto interruptus de David De María, sobre cuya ausencia al cierre de feria aún estamos esperando explicaciones que aclaren de una vez por todas en qué términos se había contratado al artista, las obligaciones contractuales a las que éste se comprometía y si se cumplieron o no, porque la salida hacia delante de reprogramar la fecha sin esclarecer los motivos de la suspensión del concierto hace un flaco favor a nuestro municipio y a la Banda de Música que iba a actuar con él, y que cumplió con su concierto fin de fiestas. Su profesionalidad merece el respeto de una explicaciones públicas y claras que eviten cualquier especulación que pueda dañar su imagen.
Ese descontrol de programación ha sido, directamente, ausencia en el caso de los jóvenes, que han tenido una única alternativa gracias al trabajo del señor Moya: el botellón junto a la Zona Joven, en muchas horas desangelada pese al esfuerzo de nuestros hosteleros mientras al lado se oficializaba un botellón. Una programación repetitiva, sin variedad ni conciertos que pudieran atraer a todo tipo de público al tiempo que, unas semanas atrás, se regalaban entradas en el Sunset Festival, vacío, y sobre cuyas irregularidades admitidas seguimos esperando explicaciones por parte de la alcaldesa.
Además, hemos tenido que vivir unas jornadas taurinas y el Gran Prix en un recinto que nunca había estado tan dejado, señor Cebrián: sucio, sin pintar y con muchos desperfectos que hacen un flaco favor a la imagen de nuestro municipio en una corrida taurina retransmitida por televisión donde que patente el lamentable estado de abandono de nuestra plaza de toros.
No ha tenido mejor suerte la Casa de la Encomienda, paredes desconchadas, plaga de ratas, y mantenimiento cero que ni siquiera hicieron para adecentar las partes del patio donde se han celebrado actos y actividades estos días de feria.
Una feria, sí, que iba a marcar la diferencia, y lo ha hecho por muchos motivos: porque los feriantes no habían venido aún al inicio y se fueron mucho antes del final, porque el concierto de fin de fiestas ha acabado siendo un cantazo del equipo de Gobierno para el que aún no hemos recibido explicación alguna, porque la zona joven no ha sido sino un macrobotellón oficializado y porque el Ayuntamiento no mantiene al día las infraestructuras necesarias para que las pocas actividades programadas y no improvisadas puedan lucir en los días grandes de nuestra localidad. Para que los socuellaminos y socuellaminas disfruten de su feria, el equipo de Gobierno debe trabajar, y ni lo uno ni lo otro ha sucedido este año, Socuéllamos no se lo merece.